29 de julio de 2013

Verde


Tienes los ojos tan verdes
Verdes como un plato de espinacas,
como el pasto que comen las vacas,
como limones, los tienes tan verdes.
Verdes como chocoretas,
como ropa de duendes irlandeses,
como chocolates de menta franceses,
verdes como mi primera bicicleta.
Tienes los ojos de menta.
Tienes los ojos como hojas de árbol.
Dime tú, ¿Qué es lo que rima con árbol?
Para escribirle a tus ojos un poema.

22 de julio de 2013

El Maldito Metro de la Muerte.

Como estudiante de periodismo, la historia me pareció a partes iguales, inverosímil y fascinante. 
Es de esas cosas que uno no se cree, pero que lo dejan con ganas de comprobarlas.
Así por pura morbosa curiosidad.
Además, el metro es de esos lugares donde uno muchas veces sacia su curiosidad morbosa.
La curiosidad mató al gato.
Si el gato era curioso, claro.
Escuché un rumor. Me lo dijo el primo de uno de mis amigos, pero no supe si creerle. 
Ya había escuchado rumores acerca de las estaciones ocultas del metro, pero es una de esas cosas que uno no acaba de creerse.
Como buen estudiante de periodismo, tenía que comprobar.
¡Claro que no soy un chismoso! 
La cosa es que me dijeron que había que ir a la estación Politécnico, exactamente a las 23:57 con dirección Politécnico y esperar un tren que llega con las puertas abiertas que viene justo del lado contrario por el que se supone que debería llegar normalmente y había que ser muy rápido para abordarlo, porque para solamente por cinco segundos. Cinco, en serio. Después parte como alma que lleva el diabl... Perdón, como alma que lleva aquel.
Ya, ya sé que la línea termina en Politécnico, pero más bien eso es lo que nos habían hecho creer. La verdad es que después hay más estaciones. Estaciones secretas. Ocultas.
¿Te imaginas si lograba reportar todo eso?
¡Me darían mi primer premio de periodismo sin haberme graduado!
Pues bien, el recorrido empieza justo en ese punto, cuando uno se sube casi brincando, en Politécnico.
Luego se va por donde se supone que debe irse a los talleres del metro, sólo que mucho más rápido. Entonces se abre una puerta enfrente y desciendes en picado unos cuantos metros, como en una especie de montaña rusa con paredes de caverna a los lados. 
Y sí, eso hizo, precisamente.
Claro que me consta. Lo vi. Estuve ahí. Tomé ese tren.
Lo bueno es que iba agarrado de un tubo. No quiero ni pensar en lo que le pasaría a alguien que va sentado. 
De todas maneras era yo el único en el vagón, y quizás en todo el tren.
Seguía recto, a una velocidad tremenda, como alma que lleva el diabl... bueno, bueno, aquel.
De repente frenó. 
El tubo me salvo de estrellarme en las paredes del vagón. 
Ya sentía que quería a ese tubo.
El metro paró ahora por más de cinco segundos en algo que parecía una estación vieja y descuidada, abandonada. Encendió las luces pero eso no mejoró mucho las cosas. 
Las lamparas parpadeaban y algunas hacían ruidos raros, como si fueran a explotar en cualquier momento.
Ahí tuve la primer visión que me hizo pensar que subir a ese tren no había sido una buena idea. Muchos tubos estaban rotos, la mayoría oxidados. 
El piso tenía varios agujeros que dejaban ver las vías, por algunos incluso podría caerse alguien. Los vidrios rotos, las paredes descuidadas y con muchas manchas de algo que parecía sangre.
¿Qué carajo era eso?
Me tenía que ir, ¿ves?
Y ya iba para abajo del tren, cuando vi un grupo de unas 50 personas que iban a subirse.
Un tipo y una mujer que hablaba sola subieron al mismo vagón que yo.
La mujer decía que era inocente, que las voces le habían dicho que matara a su marido.
A los demás los subieron a los otros vagones.
Suficiente. No sé donde estoy, pero me largo.
-No puedes salirte, chavo.-Me dijo el tipo y me agarró por el brazo.
-¿Porqué no?- Le digo y me quito su mano de encima.
-Porque si te sales te disparan esos de ahí...
Me señaló a varios agentes de la policía con unos pistolones que de seguro no eran reglamentarios, custodiando los vagones desde afuera.
-... ¿Qué carajos es esto?
-¿No sabes? ¿Tu te subiste solo, no?
-Pos si, pero...
-Este es el metro de la muerte, muchacho... Tu te subiste en la parada para suicidas. Esto es nomás para gente que quiere suicidarse o para los presos condenados... Pobrecito... tu estás muy chavo.
-No mames, aquí ni existe la pena de muerte... -hablé nervioso- ¿Quien les dijo esa mamada?
-Nadie. Estos pobres reos no saben la que les espera. Yo sí. Yo lo diseñé.
La mujer estaba sentada en un rincón, hablando con las voces. Están locos. Si, todos están locos. De seguro este es el medio de transporte entre hospitales psiquiátricos o algo. Si, eso debe ser.
¿Pero y los policías?
Deben ser locos violentos, seguro. 
Y a los locos violentos hay que seguirles la corriente..
-¿Tú lo diseñaste? ¿Para qué es?
-El pinche gobierno quería una forma fácil y barata de deshacerse de los presos conflictivos, de los violentos, los locos y los que saben de más... como yo. Yo les dí la idea de usar trenes del metro, que pasaran abajo de los centros penales y desembocaran en una fosa común enorme. Sin evidencias. Todo por abajito del agua. O de la tierra, pues. Se los diseñé... Y ellos me dijeron que era perfecto.. ¡PERFECTO!
Empezó a reírse como un psicópata y eso me tranquilizó. Eso me aseguraba que era un loco. Pero aun así no sabía dónde estaba. 
Maldita la hora en la que me subí, ya sé.
-No te creo... ¿Y los familiares de los presos? ¿Y cuando reclamen el cuerpo? La gente hace muchas preguntas....
-Esta es la ruta norte. - Siguió explicando como si no me hubiera oído- La parada para suicidas está en Politécnico y esas paradas son muy precisas. Por eso no te creo que no sepas a que vienes. Y lo que dices no importa... El gobierno siempre tiene una explicación, chavo...
-... Me dijeron que esto llevaba a otras estaciones del metro. Estaciones ocultas o algo.
-Pues si. Esta es la parada que está debajo del reclusorio norte. Después de aquí todo va a ir conforme a lo que diseñé. El tren va a correr por vías de curvas pronunciadas hasta una fosa común enorme. Para cuando lleguemos allá, todos vamos a estar muertos. -Hablaba con tanta coherencia que empezaba a creerle- El sistema es simple. No hay frenos. No hay conductor, todo está automatizado. Todo adentro del vagón es una trampa mortal, los tubos, las ventanas, el piso... y cuando arranca las partes metálicas se electrifican. Yo lo diseñé perfecto, nadie sale vivo del tren.
-...No te creo...  Y además, si tu lo diseñaste ¿Porqué te matan a ti?
-Por eso - Su vista se pierde en otro grupo de personas que bajan custodiadas por policías- porque sé demasiado. Ya llegaron los demás, ya nos vamos. Si quieres un consejo, agárrate fuerte de un tubo o de la puerta cuando cierre - me dijo aferrándose al tubo que me había salvado la vida- La descarga eléctrica es letal y vas a ser de los primeros en morir. Casi ni vas a sufrir.
 -Yo no me quiero morir...
-Y yo tampoco, ¿No te jode? pero ya te dije, nadie sale vivo del tren...
Subieron más presos y se cerraron las puertas. 
El tipo se electrocutó al instante, ¿Sabes? 
Ahí supe que decía la verdad. 
Y pues nada, que me desmayé nomás de verlo muerto, entre gritos y maldiciones de los presos, mientras podía percibir el olor a carne chamuscada que venía del tipo que diseñó el Maldito Metro de la Muerte.
Me desmayé y desperté acá. El tipo decía la verdad, nadie sale vivo del tren.
Y así estuvo la cosa, San Pedro.
Técnicamente no fue suicidio, nomás es que siempre he sido bien curioso con las leyendas urbanas.
Ya déjame entrar a la gloria, ¿no?

Laura

Eran las 6 de la mañana;
escuchaba esa bulla con mala señal.
Sin pensar, Laura escucho lo que decía
y poco a poco le repetía lo que pensaba 
desde hace tiempo pero con palabras diferentes. 
Hace mucho que dejo de sentirse bien
por escuchar a los demás,
se aproximó al costado de su cama
y a la grabadora
para poner atención a lo que decía
aquel hombre que la dejo hipnotizada con esa voz
cuando por primera vez la escucho
regresando de la escuela.
Y con ello
recordaba aquellas imágenes
las cuales se habían quedado grabadas en la memoria.

Escucho fijamente
y él dijo con palabras de esas
que levantan el ánimo
lo lejos que podía llegar,
puede, quiere y necesita tener;
sin que le estorbe esa persona
que la hace sufrir cada 50 minutos,
ni que la hostiguen personas que le desagradan
o que sola se reprima y no intente lo que desea intentar
para así ver hasta donde es capaz de llegar.

Miró su reloj y se dio cuenta
que tenia más de 2300 horas tiradas a la basura
todo por seguir las reglas, esperando a que alguien
le moviera los hilitos
o simplemente por miedo a que un incapaz se riera de ella.

Ese día, Laura se dio cuenta de lo mucho
que necesitaba tener su espacio.
Lo tuvo y nadie se lo negó pero no lo supo
aprovechar.
Ahora con gritos a voces bajas
y vibraciones cortas
pide que la dejen en paz. 
Ser, perderse y así cometer sus errores
así podrá darse cuenta
de quien es realmente.
Si es Laura; la chica de cabellos castaños
y piel blanca o Laura; la que toma sus propias decisiones
a cambio de no salir perjudicada.
Intentando ser feliz cueste lo que cueste.
Si antes no lo hizo por pensar que a todos les molestaba,
ahora que nadie tiene interés más que en ellos mismos
lo hará, no será una más pues será ella más que los demás.

15 de julio de 2013

Piña.

De postre doña Juana me da un dulce de piña y me preocupo por no probarlo demasiado, no vaya a ser. Trivialidades, me preocupo por puras pinches trivialidades, así como antes sólo debía preocuparme por trivialidades, como si esta tarde o aquella ibas a ir al jazz y así saber si iba a imaginarte con ese outfit al cerrar los ojos, cosas como esperar a que salieras del jazz o te saltaras una clase en la pendeja escuela esa del politécnico a la que ibas y entonces marcarte y quedarnos hablando por horas, quizás tres o cuatro en intervalos de cinco minutos, sólo para tratar de averiguar que era lo que me tenía así contigo porque no eran los ojos verdes, ni tu risa sardónica, ni las tardes que pasábamos yendo de un lado a otro, quizá ni siquiera fueran los besos a la mitad del zócalo en las noches frías, ni los largos abrazos que los precedían, no, era otra cosa, talvez algo de lo que decías al otro lado del teléfono, quizás algo en tu manera de revelarme algún secreto, quizás lo que te callabas, quizás cuando me abrazabas y ya querías ponerte cursi pero tenías que conservar el status quo, quizás esas ganas de matarnos a besos cuando el frío calaba hasta los huesos y el zócalo estaba inundado y nosotros sufriendo por la ausencia de palomas y de besos y caricias en el rostro, quizás porque tu boca sabía a piña, quizás por los semáforos en verde, quizás por el metro y las piedras verdes de la facultad de ciencias, quizá por todo lo que pasó entre nosotros cuando éramos ninis y felices, todo cuanto pasó antes de ese puto Diciembre que vino a joderlo todo, o no sé, quizás si era por los besos a medio zócalo.

Diciembre 2010

8 de julio de 2013

Albahaca

¿A dónde vas vestida así?
No sé si madre lo pregunta por el vestido, los tacones o las medias.
¿A dónde vas con la albahaca?
Me pregunta pero no respondo. Echo el frasco de albahaca en mi bolsa y retoco el labial en el espejo de la cocina.
¿A qué hora llegas?
Sonrío y me despido lanzando un beso al aire.
Para que no se quite el labial. 
Él dijo "spaghetti". 
Le pregunté dónde.
Él dijo "Mi casa".
Le pregunté si tenía albahaca.
Un buen spaghetti no está completo sin un poco de albahaca.
Tradición familiar.
Me dijo que no tenía. Que iba a hacer una boloñesa.
Le dije que una buena boloñesa no está completa sin un poco de albahaca.
Me dijo "Trae tú la albahaca".
Le dije que el comprara el vino.
"¿Tinto o blanco?", me dijo.
Tinto, tonto.
Me dijo que me pusiera este vestido.
Estos tacones.
Estas medias.
Le dije que se pusiera esa loción de la botella azul.
Me dijo que me pusiera el labial negro. 
Le dije que se pusiera la camisa negra.
Me pidió que tomara un taxi, pronto.
Le pedí que el vino estuviera servido.
Me pidió que tocara tres veces la puerta. 
Le pedí que la cerrara tras de mí.
Me ofreció un poco de vino.
Le pedí que llenara más la copa.
Me pidió que pusiera mis tacones en sus hombros.
Le pedí que no se detuviera.
Me pidió que me quedara esa noche.
Me dijo que después podíamos comer un poco de spaghetti.

1 de julio de 2013

Las curvas del camino

Yo no hice las curvas
del camino,
ni pedí caminarlo así
en tu ausencia.

No pedí que me encontraras 
viento en contra,
ni pedí que estuviera
todo al revés.

No pedí que me olvidaras después.
No pedí que te fueras de mi hace un año.
No pedí que el amor se nos fuera al caño,
No pedí que se perdiera el interés.

Yo no hice las curvas 
del camino,
yo no quise ver tus ojos 
penetrantes,

no quise mirar tus piernas
tan torneadas, 
no quise mirar tus senos
tan turgentes, 
no quise escribirte cosas
que nunca vas a leer. 

Yo no hice las curvas
del camino, 
ni pedí encontrarte en contra
del destino.