Sigues tan viva
en lo que escribo
como en las cosas
que adoro.
Sólo quiero
que me escribas
de vez en cuando
también.
Quizás una carta
indiferente,
quizás unos versos
de desprecio.
Escríbeme
cualquier cosa,
dame una señal
de vida.
No te vayas,
no quise volverme
herida.
Pero si al final
te vas,
no vayas
a olvidarme.
Es la muerte
el olvido: me muero.
Hay quien dice
que la vida son dos días,
y yo voy ya por el tercero.
28 de octubre de 2013
21 de octubre de 2013
Día dos
El segundo día es más llevadero
si no cargo tus recuerdos en mi espalda.
Si no cae agua helada del cielo.
Si el hogar donde vivimos
ya no existe.
La tristeza se va,
se desvanece,
ligera.
Se acentúa la ausencia,
la espera,
cae la helada:
No se ha ido, la tristeza.
Todavía
es el segundo día:
te extraño,
vuelve,
resuelve
mi vida.
Quizá no
tenías que haberte ido,
quizá sólo me invade
la tristeza.
Talvez me faltan
tus faldas y tu risa.
Quizás cargo
- todavía -
tus recuerdos en mi espalda.
si no cargo tus recuerdos en mi espalda.
Si no cae agua helada del cielo.
Si el hogar donde vivimos
ya no existe.
La tristeza se va,
se desvanece,
ligera.
Se acentúa la ausencia,
la espera,
cae la helada:
No se ha ido, la tristeza.
Todavía
es el segundo día:
te extraño,
vuelve,
resuelve
mi vida.
Quizá no
tenías que haberte ido,
quizá sólo me invade
la tristeza.
Talvez me faltan
tus faldas y tu risa.
Quizás cargo
- todavía -
tus recuerdos en mi espalda.
14 de octubre de 2013
Día uno.
Regálame un perfume
de flores muertas.
Regálame fotos nuestras
donde yo ya no esté.
Regálame una llamada,
desviada.
Dime a donde te fuiste,
porque yo no lo sé.
Regálame un suéter,
imprégnalo así ,
yo te haré canciones
que no hablen
de tí,
regálame el pasto
donde vimos el cielo,
regálame azul
y verde en tus desvelos,
regálame un árbol
y su sombra también,
dime a donde te fuiste,
que yo no lo sé.
de flores muertas.
Regálame fotos nuestras
donde yo ya no esté.
Regálame una llamada,
desviada.
Dime a donde te fuiste,
porque yo no lo sé.
Regálame un suéter,
imprégnalo así ,
yo te haré canciones
que no hablen
de tí,
regálame el pasto
donde vimos el cielo,
regálame azul
y verde en tus desvelos,
regálame un árbol
y su sombra también,
dime a donde te fuiste,
que yo no lo sé.
Etiquetado bajo
Ausencia,
café,
cielo,
dia uno,
extrañar,
fantasmas,
Harlow,
olvido,
primer día sin ti,
Serie
7 de octubre de 2013
Acudir.
Mafer y yo solíamos ir
a un café que ya no existe,
donde pedíamos cherry coke
y a veces un pastel
o dos.
Y pasábamos las horas
hablando de lo que debía ser,
de cómo debía ser
y qué cosas debíamos hacer.
Ella, con su afán de ser
lo que ha soñado,
yo con mi manía de escribir
lo que sueño.
Impasibles.
Devastados.
Enamorados.
Perdidos.
Sin un lugar al que ir
-además de aquel café,
que ya no existe-.
Quizá es tiempo de buscar
un lugar nuevo a donde ir,
quizá es tiempo de acudir
el uno al otro.
a un café que ya no existe,
donde pedíamos cherry coke
y a veces un pastel
o dos.
Y pasábamos las horas
hablando de lo que debía ser,
de cómo debía ser
y qué cosas debíamos hacer.
Ella, con su afán de ser
lo que ha soñado,
yo con mi manía de escribir
lo que sueño.
Impasibles.
Devastados.
Enamorados.
Perdidos.
Sin un lugar al que ir
-además de aquel café,
que ya no existe-.
Quizá es tiempo de buscar
un lugar nuevo a donde ir,
quizá es tiempo de acudir
el uno al otro.
1 de octubre de 2013
Ivonne (Fragmento)
-Cuando Ivonne Memije me dijo que sería mi novia, creo que ese día fue el mejor de mi vida.
De verdad, el más feliz.
Me refiero a que, vamos hombre, sabes de lo que hablo.
¿Qué, nunca te han dicho que sí?
Entonces, si sabes de lo que hablo, ¿Verdad?
Me refiero a todo lo que pasa en esos momentos.
Ivonne, ella estaba hermosa ese día. Lo digo en serio, estaba tan linda. Su suéter rosa, su pantalón de mezclilla, sus tenis de tela, su bufanda azul.
Le encantaba esa bufanda.
Fuímos a este café, sobre La Gran Avenida.
Yo tenía dinero y eso era raro para mi a los 15 años.
Ya sabes, mis padres no me dejaban trabajar, pero tampoco me daban un centavo de más.
Sólo lo justo.
Siempre lo justo.
Pero entonces mi hermano mayor me hizo este encargo, ya sabes como son los hermanos mayores, sienten que pueden estarte mangoneando toda la vida y a veces es cierto, si te dan el dinero suficiente. Él me encargo esto que ya no recuerdo que era, quizá era ir a comprar algo por él al centro o limpiar su recámara o tragarme una botella de catsup, ya no me acuerdo. Tiene seis años de eso, no recuerdo bien que fué.
Seguro fué algo importante porque el me dió un billete verde, de doscientos pesos.
Doscientos pesos.
Teniendo 15 años y siendo el 2006, doscientos pesos aun alcanzaban para muchas cosas.
Por lo menos alcanzaban para invitarle un café y algo de comer a Ivonne.
Así que fuímos a este café que te digo, sobre La Gran Avenida.
Nada muy especial, un lugar pequeño y tranquilo.
Pedimos los dos un capuccino frío y un cuernito con jamón y queso.
Su sonrisa.
Sus manos moviéndose mientras hablaba.
Su risa.
No pude más.
Le pregunté.
Le pregunté a Ivonne Memije si quería ser mi novia.
Y este espectáculo, te juro que debiste verlo, todo el mundo debió haberlo visto, yo estuve en primera fila.
Fue hermoso.
Sus manos, su cabello hasta los hombros, su sonrisa de nervios, sus ojos grandes y avellanados, su boca bonita, sus cejas arqueadas, sus hombros redondos, todo al mismo tiempo, como si fuera una especie de ballet, una perfecta coreografía, una hermosa danza.
Dijo que sí.
De verdad, el más feliz.
Me refiero a que, vamos hombre, sabes de lo que hablo.
¿Qué, nunca te han dicho que sí?
Entonces, si sabes de lo que hablo, ¿Verdad?
Me refiero a todo lo que pasa en esos momentos.
Ivonne, ella estaba hermosa ese día. Lo digo en serio, estaba tan linda. Su suéter rosa, su pantalón de mezclilla, sus tenis de tela, su bufanda azul.
Le encantaba esa bufanda.
Fuímos a este café, sobre La Gran Avenida.
Yo tenía dinero y eso era raro para mi a los 15 años.
Ya sabes, mis padres no me dejaban trabajar, pero tampoco me daban un centavo de más.
Sólo lo justo.
Siempre lo justo.
Pero entonces mi hermano mayor me hizo este encargo, ya sabes como son los hermanos mayores, sienten que pueden estarte mangoneando toda la vida y a veces es cierto, si te dan el dinero suficiente. Él me encargo esto que ya no recuerdo que era, quizá era ir a comprar algo por él al centro o limpiar su recámara o tragarme una botella de catsup, ya no me acuerdo. Tiene seis años de eso, no recuerdo bien que fué.
Seguro fué algo importante porque el me dió un billete verde, de doscientos pesos.
Doscientos pesos.
Teniendo 15 años y siendo el 2006, doscientos pesos aun alcanzaban para muchas cosas.
Por lo menos alcanzaban para invitarle un café y algo de comer a Ivonne.
Así que fuímos a este café que te digo, sobre La Gran Avenida.
Nada muy especial, un lugar pequeño y tranquilo.
Pedimos los dos un capuccino frío y un cuernito con jamón y queso.
Su sonrisa.
Sus manos moviéndose mientras hablaba.
Su risa.
No pude más.
Le pregunté.
Le pregunté a Ivonne Memije si quería ser mi novia.
Y este espectáculo, te juro que debiste verlo, todo el mundo debió haberlo visto, yo estuve en primera fila.
Fue hermoso.
Sus manos, su cabello hasta los hombros, su sonrisa de nervios, sus ojos grandes y avellanados, su boca bonita, sus cejas arqueadas, sus hombros redondos, todo al mismo tiempo, como si fuera una especie de ballet, una perfecta coreografía, una hermosa danza.
Dijo que sí.
-¿Y por eso estamos en este café?
-Espérate, ya llegaré a eso...
De la serie "La Gran Avenida".
Etiquetado bajo
2006,
café,
Cuento corto,
fragmento,
Harlow,
La Gran Avenida,
narración,
Serie
Suscribirse a:
Entradas (Atom)