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17 de marzo de 2015

Cinco poemas de Yuliana Ortiz Ruano

LA ABUELA ESTÁ A PUNTO DE MORIR Y YO NO HAGO MÁS QUE BAILAR

La abuela está a punto de morir y yo no hago más que bailar. Bailo sobre el tejado de donde penden en hilos negros cada una de mis extremidades. Bailo acarreada por una fuerza que tira desde mi ombligo hasta mi pelvis. El cuerpo ya no es mío, ha pasado a formar parte de las constelaciones bajo los párpados de la madre de todo lo viril. Bailo, los labios se desprenden de mí, mis ojos se vuelven libélulas, mi cabello una enorme medusa roja. Dejo de ser yo, me convierto en una bestia emergiendo desde la mesa de mi casa; que es el centro del mundo, que es también el centro de la muerte. La abuela no reconoce a nadie y yo no hago más que bailar. Bailo bajo los soles que se dibujaron en las sábanas de su cama, bailo con las hebras de pelo que se le han ido cayendo con el solo movimiento circular del viento. Bailo, mientras sostengo entre las piernas a la piedra pómez que poseo por corazón. El amor es un cuervo con patas rotas, tatuado al costado izquierdo de mi espalda. El amor no ha hecho más que llenarme de miedo, por eso lo dreno lento y con él todo aquello que debió amarme pero no hizo más que esparcir los restos de mí y lanzarse por la ventana, por eso amor mío, esta noche yo no hago más que bailar. 


A mi vuelta
madre ha escondido los cadáveres en el entretecho
finjo no saber de ellos
coloco dos algodones con cloroformo
en mis ventanas nasales,
tomo el café antes de destrozarme en el suelo.
El hedor entra por mis oídos
zumba mi cabeza.

Madre,
experta en reír
aún cuando brotan gusanos de su sien
bebe a sorbitos lentos el café,
tarareando la canción
de mi descenso.

¿Cuánto tiempo tendrá que pasar para  percatarse que la niña ha muerto
y que en ese mismo instante doce buitres se disputan sus residuos?

Madre sostiene el vestido verde con encajes
Y baila un vals desolador
mimando a una niña inexistente.

Lo que ven es el reflejo de la autodestrucción de mi carne,
la refracción de mis huesos
en el dique de acero de las calles
que esperan mi retorno.

He mordido tantas manos
hasta hacerlas sangrar
perdiendo la cuenta de los cortes cárnicos entre mis dientes.
No hay nada más sublime
que el crujir de los huesos
cayendo de bruces en mi paladar.

Veo el nevado servido en la mesa,
me ajusto los lentes,
despliego mi lengua
y de un respiro
llueven rocas en mi vientre (cuna de perros famélicos). 

Insomne
nado desnuda
en el torrente sanguíneo de esta ciudad,
aquelarre de frustraciones y sueños embotellados.

Los perros se devoran entre sí,
sus cadáveres
le sirven de sostén
a mi osamenta.
1.
Madre, las luces rojas me persiguen. Yo nunca he buscado a la liebre que las enciende, pero ella está detrás de cada poste en la calle, tirando monedas de helio al viento para hacerme bajar la guardia. Juro que me he vendado el cráneo y he dejado de pisar orugas policromadas pero ella está ahí y conoce cada uno de mis pasos.
2.
Madre he llorado cada noche, a solas, de soslayo, sin dejar escapar ni un solo gemido, pero mis lágrimas son agujas, se elevan y van directo a reventar el globo/alma de los que habitan la casa. Te miento si digo que alguien me arrancó del árbol genealógico, fui yo quien cortó la rama que sostenía mi pulpa aún verde, porque supe desde que abrí los ojos que mi lugar estaba abajo, con los gusanos que roerían lento mi cuerpo al madurar.

3.
¿Cómo no ves que la niña se va lento por el lavabo? Corre tanto viento en mi pecho y coloco periódicos calientes entre mi ropa. Tengo miedo del cuerpo que habito; miedo del niño acéfalo creciendo a un costado de la abuela, miedo de las costras acuosas en las piernas de mi padre, miedo de los cortes en el antebrazo de mi hermana, miedo del silencio perenne de mi otra hermana. Sobre todo  miedo de perderme en este laberinto congénito succionando mi encéfalo; miedo de las ánimas que divagan en voz alta en mi alcoba, miedo de compartir el aire con tanto clown encapuchado, miedo de no volver a sentir el tránsito de la sangre en mi epidermis.
4.
Por las noches mi cuerpo se aligera y vuelo dormida, sobre la ciudad de los decapitados a quienes les cosen los labios con arena y sal. A mí me siguen faltando las palabras, me sigue picoteando un pájaro transparente detrás de la oreja. Quiero volver a estrellar mi cuerpo en las rocas o lanzarme con los brazos abiertos a la vía. Quiero ser eterna, fundir mi cuerpo con el viento.



DOS

Posé tres veces mis muslos coloidales sobre ese frio congelador,
El soundtrack festivo contrastaba con la ternura de iceberg de sus besos.
Su temor y asco eran palpables,
vomitó en mi lengua canciones con hedor a hierba buena.
Soplé la cintura de sus ojos y corté mis brazos (ríos de verbena putrefacta)
para calmar su soledad.
Sus órbitas calientes me buscan por el telón de cristal que separa la divina condición de poseedor y cliente frecuente.
Bebo todo cuanto pasa por mi cuello y cabalgo un equino de ansiedades.











Yuliana Ortiz Ruano 

(Esmeraldas, Ecuador 1992) Co-fundadora del colectivo de gestión cultural independiente “Afroarte”. Participó en; Festival internacional de poesía Sumpa Vive (Salinas 2013), Primer encuentro de poesía joven Lauro Dávila Echeverria (Pasaje 2014), Bienal de poesía Museo Luis A. Novoa Naranjo (Guayaquil 2014). Consta en la antología “La muchedumbre de tu risa” de Carlos Garzón Novoa. Selecciona autores para el blog Cráneo de Pangea (https://craneodepangea.wordpress.com/).

3 de marzo de 2015

Un poema de Pamela Rahn


M , la de las faldas cortas

M busca la verdad sobre precipicios rotos
M es inconforme y asusta
la forma en que mueve las manos al caminar
M es innata
Solo cree en lo que cree y nada mas  
Ella un síndrome
Degenerativo y absuelto
Ella es una mujer
Con ínfulas de niña
Una mujer de vestido corto
Y zapatillas de trenzas
Ella estudia para una causa noble y ahogada
Como la medicina
Ella ordena para no pensar
Sus shows favoritos
Son aquellos en donde las personas
Lloran de felicidad y zurcen medias 
A niños paralíticos
Para cumplir las enseñanzas de Dios
Su peor defecto
Es que a veces se encuentra
Dándole la razón a los amantes
Y no al marido fiel y aburrido
Cree que su verdadero amor 
Jamás dejara de ser amante
Y que la fidelidad es un compromiso 
No una obligación 
Que se debe sentir
En vez de cumplir
Cree en la suciedad infinita
Cree también que existe agua para limpiarla
Para remover los desechos y darle absolución a la masa
Y que algún día se acabara
Y todos estaremos desesperados
Intentado saciar 
Nuestra sed de inocencia.  



Pamela Rahn, Caracas, Venezuela, 1994. Realizadora Cinematografía, Mención Guion. Mis cuentos y poemas, han sido publicados en distintos portales web, entre ellos Sacven, Sorbo de letras, Newspleen, revista.tn, errr-magazine. Formo parte del fanzine “Mala Digestión” editado por Henar Bengale, escribo artículos de cine, música y literatura para distantsounds. Perra romántica, poeta con el ferviente deseo de saber volar. Tengo un perro de 100 años, una biblioteca de 1000 libros y una ciudad que no ha nacido.  




3 de febrero de 2015

Tres poemas de Vanessa Medina

Lo merezco
Tú me ves,
y yo quisiera también verte.
Yo te hablo,
aunque sé que ya no me oyes.
Me he cansado de buscarte,
de preguntarte cosas,
que sé nunca vas a responder.
Estás tan lejos,
más lejos que él cielo,
más lejos que el mar más cercano
a esta ciudad desesperante
donde decidí abandonarte un día.
Tú me ves,
deshacerme
destruirme
matándome cada vez que creo encontrar lo inhallable.
Tú me ves,
pero ya no haces nada para sujetarme,
para pedirme que no me aleje.
Tú ya no me hablas,
porque no te escucho
y si no me hablas nadie me pide que no corra,
y corro tanto hasta que caigo
delante de tus pies,
y tú no me has perdonado.




Paz sublingual 

Ocupo pastillas para dormir,
pastillas para mantenerme despierta
por si acaso tengo todavía
algo importante qué hacer en esta vida.
Ocupo pastillas para olvidar:
tú nunca, nunca, nunca volverás.
Pastillas para recordar:
al amanecer debo ir al Hospital.
Vivo entre tabletas
cincuenta
cuatrocientos
y ochocientos miligramos
sirven más que las personas
más que sus tontos comentarios
Todo estará bien
Feliz año nuevo
Te compensaré mi amor
Gracias por ser paciente y esperarme.
Sé que podría ir al espejo
y regalarme una sonrisa,
hablar de mis problemas
con una buena amiga,
pero no soy fuerte
ni un poquito lista.
En mi ciudad todos los corazones rotos
los enfermos
los cobardes
se curan con poquita agua
y una dosis de pastillas.



Tardío
¿Ya te dije que me gustan tus manos?
Mucho más tus ojos
y tus labios.
Me gusta el mundo que hay en tu piel
me gusta tu aroma
me gustan tus pies.
Estoy tan enterrada en ti
que todo se soluciona cuando apareces
que si pudiera haría con tu espalda un escudo
para ocultarme del mundo,
te regalaría mi fuerza
para hacerte invencible.
¿Ya te dije que te quiero más que a nadie?
¿Ya te pedí que nunca me dejes?
Espera…
¿Por qué te fuiste?



Nació en el Estado de México. Viajera desde el vientre, escribe desde los siete años. Ha publicado para un periódico chiapaneco (Entorno de Chiapas) y hace teatro en compañías independientes. Tiene textos que están repartidos en varios blogs y tuitea en @vanmediina

29 de diciembre de 2014

Veinte

Hemos visto demasiado,
hemos vivido la muerte,
hemos perdido a la gente
que velaba por nosotros.

Hemos visto demasiado
y llevamos vivos muy poco.

Estamos locos y heridos
pero así nos atrevemos
a  cantar.

A decir que sí
estamos perdidos,
a gritar que el mundo nos sepulta,
pero al fin y al cabo es
nuestra propiedad,
a alzar la voz y decir que 
todavía tenemos mucho
que contar.

Y por eso
escribimos poemas.