Dijiste que ya no era una bestia
con esa sonrisa tuya
que cambia todo lo que pasa
a tu alrededor.
Esa sonrisa que me hace querer ser mejor persona
y dejar atrás cosas
que incluso yo mismo
me he dado cuenta que no sé porqué estoy haciendo.
Sólo sé que tu encanto
me hace querer mover montañas
y caminar por desiertos
para verte aunque sean sólo diez minutos
en las escaleras del metro
porque tienes clase y ya vas tarde.
Contigo siempre todo ha sido breve
y aquí me tienes
con el corazón fuera del pecho
y esperando sonriente
que este momento dure para siempre.
Quizás un poco más.
Dijiste que ya no era una bestia
antes de volver al mundo
y que la lluvia nos empapara porque ya ibas tarde a tu casa
y no quería que te fueras una vez más.
Porque tengo miedo
de que este sea el fin de todos los futuros probables
que he imaginado cuando me dejas deducir que tus caderas
se mueven a mi ritmo.
Y es que no importa
cuantas veces te vayas y vuelvas
siempre voy a querer quedarme
a tu lado a ver las estrellas
desde ese castillo que habíamos creado
mucho tiempo atrás
escondido entre vagones del metro y salones de tu facultad.
Dijiste que ya no era una bestia y te creí
y sonreí
pensando que eso era un avance,
pero nada me asegura que te quedes
y lo único que puedo pensar es
que me gustaría
tener la certeza de que me quieres,
aunque sea sólo un poco.
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