LUNES
“Los perros del infierno vienen despertando y los lunes caen de mis bolsillos como el cambio de las últimas cervezas.”
I
Los lunes amanecen grises y torpes como la etílica risa de una puta hiena.
La musiquilla es un martillo que golpea mis oídos.
Algo sobrevuela el cielo del puerto. Quizás llueva.
Días a orillas de un precipicio que se reinicia cada semana.
Un vaivén en las olas del trago y la soledad.
Contemplo desde la ventana todo ese mundo.
Los jugos gástricos me queman el estómago y el fuego consume mi garganta.
Oscurece como si el fin del mundo se acercara cada vez más.
Quizás llueva. Repito en silencio.
Y de nuevo me tumbo en la cama.
II
Las palabras se arremolinan en torno a los dientes.
Algo muerto me sale de la boca.
Tengo la sensación de que los peces conspiran en contra mía al igual que el despertador.
¡Desintoxícate! Grita alguien.
Mis bolsillos escupen el polvo, los residuos de la coca y uno que otro cigarrillo.
Fumo para calmar las aguas, pero ya ha comenzado la lluvia.
Siempre te preguntan si fue un accidente o un firme propósito de morir. Dice Vestrini.
Sigo sin saber que hacer y antes de volverme a echar en la cama pongo una olla para la gotera que recién inunda mi habitación.
III
Mis ojos son militantes de la muerte.
Se arrojan al abismo de un escote.
Siguen la estructura de las piernas hasta llegar al paraíso,
y entonces, algo los deja ciegos.
Son lunes bajo una lluvia que abraza el aburrimiento.
Le digo a Hendrix que queme su guitarra y mejor nos pongamos a beber de nuevo.
No me escucha nadie.
Llueve y la mitad del puerto desaparece.
Es lunes por Dios y este asunto se nos ha salido de las manos.
Como un negocio millonario o una mala canción en la rockola.
IV
Dada la magnitud de la resaca he vomitado dos o tres veces.
Me siento débil, tanto como para descansar o levantarme.
Fumo un cigarrillo, hojeo un par de libros y los tiro hasta el otro lado de la habitación.
Estoy insoportable.
La poca luz que se filtra por la ventana ilumina mis pies y las sombras se asemejan a dos gallos endemoniados que pelean hasta devorarse mutuamente.
El dolor no siempre son las cosas feas. En este caso sí.
El viento golpea fuerte.
Golpea de nuevo contra la ventana, parece que quiere decirme algo.
Aquí está de nuevo y se estampa.
V
Sólo en el mar me llueven recuerdos de ti.
El ukulele canta signos antiguos de la desmemoria.
Y te impones, suave ola que me hace llorar.
Me abraza el hilo de la sombra, los rieles de tu cabellera.
Medusa, roca fina del mar muerto.
La música, los ruidos en la cabeza, monstruo de tentáculos volcánicos.
Tengo todas las voces gastadas de pronunciar tu nombre.
Y aquí estoy, entre el chicote y el relámpago.
MARTES
“Las gargantas irritadas del mundo siembran hombres para la próxima guerra.”
I
La piedrita en el zapato me hace sangrar los recuerdos atrapados en las lagunas mentales.
¿Pasó esto? No pasó ¿En verdad pasó esto? No creo.
Abro las cortinas y el mundo es una cosa que se impone como dos pechos bellamente
infernales.
Preparo mi café, pongo musiquita para abrazar tus huesos.
Hay algo más allá de la puerta.
Me arrojo como se arrojan a los bebés al mundo o a los muertos al abismo o el vicioso al juego o el enamorado a las fauces de la bestia o del amor.
Así, en esos términos, salgo al mundo para la batalla diaria.
Cabalgo junto a mi fiel sombra que nunca me deja morir solo.
Tengo la sensación de que será un buen día para la morsa.
Pero qué sé yo de la vida si no puedo vivir sin ti.
II
Combato el mundo con el nombre de How to disappear completely.
Cuelgan de mis oídos tentáculos que le dan ruido a mi cabeza.
Una película de John Ford es el transporte público.
Dos girasoles en SDL son mis ojos.
La música sube y baja.
Un rayo de sol sacude mis manos y el cuerpo de aquella chica que arde completamente.
Hendrix está haciendo de las suyas. Travieso como el Cupido ese.
Incendiemos el pueblo.
Es una gloriosa mañana en el templo de los perros.
Pero hay muchas formas de ser gris por dentro.
III
Irritadas, las gargantas del mundo escupen fuego.
La noche es una jovencita que le brotan senos para romper las leyes del hombre.
Los cañones arden al comenzar la batalla.
El cielo estalla y nos baña de la sangre que alimenta al mundo.
Los muertos se tienden agotados de la vida.
Es martes y llueve un poco. Quizás llueva todo el día.
La batalla no conoce de horarios.
Hoy combatimos con el nombre de los románticos cuando se cortan las venas o beben cianuro.
IV
Extrañamente, las calles de la ciudad se inundan de cuerpos.
Busco un bar cercano en el cual disipar las penas, ahogar el cansancio de la sobriedad.
Elevar el espíritu y si es posible morir recargado de la mesa donde intente miles de veces grabar unos versos para ella.
Tengo los brazos hechos polvo.
El cansancio de la vida se escurre lentamente sobre mi frente arrugada.
Me voy dando tumbos al Bar del Puerto y vomito un par de veces.
La velada se prolonga hasta que me corren. Me dijeron que cerrarían.
No les creí.
V
Los hombres de papel se queman apenas con los primeros rayos de sol.
Algunos otros beben gasolina y desde sus gargantas escupen fuego hasta incendiar sus propios cuerpos.
Esa mala costumbre de pasear de la mano con la autodestrucción.
Es martes, todavía hay tiempo, el cuerpo apenas viene saliendo de un combate y ya pide la guerra.
La cortinas se cierran y el mundo no descansa, aun cuando sabemos que los cuerpos
también se incendian con el roce de la mirada.
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