¿Cuántas veces
me dijeron
que eso no era amor?
Que yo sólo quería a alguien
con quien poder caminar
y tomar fotos
mientras íbamos corriendo
y después besarnos
como locos
en una oleada de adrenalina
y de fuerza
y de energía
y no saber si mañana
ibas a estar en mi vida,
pero me gustaba creer que sí,
que justo por eso lo hacías
y al final quien se fue
fui yo.
Puta vida,
con sus putas ironías.
27 de mayo de 2014
Ironías
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correr y tomar fotos,
Harlow,
ironías,
Poema,
puta vida
20 de mayo de 2014
ignorar
Me vas a ignorar igual,
así que hoy voy a ser breve
pues no importa
cuanto diga
si no me vas
a escuchar.
así que hoy voy a ser breve
pues no importa
cuanto diga
si no me vas
a escuchar.
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breve,
Harlow,
ignorar,
Poema,
vivir está de la chingada
12 de mayo de 2014
Juegos
Vamos a saltar
ese alambre de púas
como si fuera
una cuerda
en el recreo.
Vamos a jugar futbol
con esa bola de boliche
y vámonos a saltar
a los jardines
que están llenos de rosales
espinosos.
No me mires así,
no me digas que es riesgoso.
El amor hace lo mismo
y no te quejas.
ese alambre de púas
como si fuera
una cuerda
en el recreo.
Vamos a jugar futbol
con esa bola de boliche
y vámonos a saltar
a los jardines
que están llenos de rosales
espinosos.
No me mires así,
no me digas que es riesgoso.
El amor hace lo mismo
y no te quejas.
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Harlow,
Juegos,
Poema
5 de mayo de 2014
Lo mismo que tú
Un gato venía a la casa, un día sí y otro también.
Era hermoso, color gris con manchas negras, atigrado.
Los ojos de un gris profundo y el maullido ligero.
Se paseaba por el techo de la fábrica de a lado, y luego con la agilidad que caracteriza a los felinos, se balanceaba por la orilla de mi barda de ladrillo rojo.
Las primeras veces no se me acercó.
Sólo me observaba, echado en la barda. Con las patas delanteras colgando.
Cuando quería acercarme, se levantaba y emprendía la huída, por el techo de lámina de esa fábrica abandonada.
Al tercer día me aceptó algo de comer.
Al día siguiente me dejó acariciarlo.
Con el pasar del tiempo, se empezó a frotar contra mis manos, mis piernas, mi rostro.
Ese gato me había hecho de su propiedad.
Se pasaba aquí casi todos los días.
Semanas.
Meses.
Sus ausencias empezaron a hacerse menos prolongadas.
Le compre una caja de arena, no muy grande, pero tampoco pequeña.
Cuando empezaron las lluvias, se hacía un ovillo en mi cama, ronrroneaba y se quedaba dormido.
Nos quedábamos dormidos.
Empecé a pensar que debería ponerle nombre, vacunas y un collar con una placa.
Así que hice lo que tuve que haber hecho desde el principio y adopté a ese gato.
Le puse sus vacunas, compre una caja de arena más grande y le grabé una placa con su nombre: Miso.
Éramos muy felices.
Luego desapareció.
Me regresaron la placa a los tres días.
Resulta que se llama "Tigre" y ya tenía una familia.
Sólo venía aquí buscando lo que no tenía en su casa.
Pinche gato, me hizo lo mismo que tú.
Era hermoso, color gris con manchas negras, atigrado.
Los ojos de un gris profundo y el maullido ligero.
Se paseaba por el techo de la fábrica de a lado, y luego con la agilidad que caracteriza a los felinos, se balanceaba por la orilla de mi barda de ladrillo rojo.
Las primeras veces no se me acercó.
Sólo me observaba, echado en la barda. Con las patas delanteras colgando.
Cuando quería acercarme, se levantaba y emprendía la huída, por el techo de lámina de esa fábrica abandonada.
Al tercer día me aceptó algo de comer.
Al día siguiente me dejó acariciarlo.
Con el pasar del tiempo, se empezó a frotar contra mis manos, mis piernas, mi rostro.
Ese gato me había hecho de su propiedad.
Se pasaba aquí casi todos los días.
Semanas.
Meses.
Sus ausencias empezaron a hacerse menos prolongadas.
Le compre una caja de arena, no muy grande, pero tampoco pequeña.
Cuando empezaron las lluvias, se hacía un ovillo en mi cama, ronrroneaba y se quedaba dormido.
Nos quedábamos dormidos.
Empecé a pensar que debería ponerle nombre, vacunas y un collar con una placa.
Así que hice lo que tuve que haber hecho desde el principio y adopté a ese gato.
Le puse sus vacunas, compre una caja de arena más grande y le grabé una placa con su nombre: Miso.
Éramos muy felices.
Luego desapareció.
Me regresaron la placa a los tres días.
Resulta que se llama "Tigre" y ya tenía una familia.
Sólo venía aquí buscando lo que no tenía en su casa.
Pinche gato, me hizo lo mismo que tú.
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