También tengo derecho a ser infeliz
y a poner un disco entero de Sigur Rós
y a caminar detenido de las paredes
por el mareo que provoca
mi trastorno de ansiedad.
Tengo derecho a no tomar
esas pastillas rosas
que dicen que necesito
y tengo derecho a estirar
los 32 pesos que cuesta
un té de menta
en Starbucks,
mientras escribo en la terraza y
veo a la gente de la calle.
Mientras escribo y veo
que ya llevo 3 horas
en Starbucks.
Mientras escribo y veo el
anuncio espectacular
de lencería de enfrente
y trato de convencerme
que no soy
tan miserable.
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