Mafer y yo solíamos ir
a un café que ya no existe,
donde pedíamos cherry coke
y a veces un pastel
o dos.
Y pasábamos las horas
hablando de lo que debía ser,
de cómo debía ser
y qué cosas debíamos hacer.
Ella, con su afán de ser
lo que ha soñado,
yo con mi manía de escribir
lo que sueño.
Impasibles.
Devastados.
Enamorados.
Perdidos.
Sin un lugar al que ir
-además de aquel café,
que ya no existe-.
Quizá es tiempo de buscar
un lugar nuevo a donde ir,
quizá es tiempo de acudir
el uno al otro.
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