29 de abril de 2014

Perfenazina

Perfecta,
cuando me alteras la vista
me mareas y me conviertes 
en un riesgo potencial
para los que me procuran
y la gente en general.
Como cuando me das náuseas
y quisiera vomitar. 
Ahora siento que no te puedo
dejar.
Perfecta,
pones la cortina
entre la vida real
y mi visión de la realidad.
Perfecta,
me haces olvidar las cosas
que justo acaban de pasar.
Perfecta, perfenazina
vamos a darnos un tiempo,
yo ya quiero terminar.

21 de abril de 2014

Descalzos

Caminas descalza
y pides que te siga.
Te sigo y me tropiezo
con un vidrio.
Me miro sangrar
pero no me importa mucho.
Y los dos seguimos 
descalzos caminando.
Así es como yo te amo.
Así es como me amas tú. 

14 de abril de 2014

Poema para los ausentes

Quería escribirle un poema
a todos los que se han ido
la gente que me ha dejado,
los amores que he perdido, 

la gente que juró amarme
y después se largó sola,
mal y de malas maneras.

Luego recordé que se habían ido
justo porque no les gustan 
mis poemas.

7 de abril de 2014

Aviario

Mi cuerpo es aviario vacío.  

Las aves que lo habitaron 
lo fueron abandonando  
el día décimo de Octubre,  
un día veintiséis de Mayo,  
un veintiséis de Febrero  
y un veintiuno de Marzo. 

Los cantos alegres 
han cesado.  
Solo quedo yo
y mi cuerpo,
que es casa vacía.

"Golpe de eco" 
no es un cuadro 
cuando estás gritando adentro 
de una casa vacía. 

Javier

En mis planes jamás estuvo conocerla. De hecho, no tenia la intención de pasar tiempo con ella, nunca había buscado a alguien así, y francamente no pensaba encontrar a alguien de esa manera.
Cuando la vi por primera vez, ella me vio también, pero ninguno de los dos nos tomamos importancia. Uno nunca se imagina que en una fiesta se va a encontrar con la persona que estaba sentada junto a ti esperando el camión en una parada cerca de metro Constituyentes. La reconocí porque la fiesta fue ese mismo sábado, de alguna otra manera no lo hubiera hecho.
Ella subió primero, llevaba un suéter verde y en su espalda cargaba una mochila. Tardé un poco sacando las monedas atoradas entre mis audífonos y mi celular en el bolsillo de mi pantalón, ella se sentó justo al fondo junto a la ventana y eso fue todo. Me senté algunos lugares mas adelante de la puerta de descenso, no la vi bajar, ni siquiera recordaba que iba atrás. Yo también me senté junto a una ventana, iba viendo las nubes cuando mi audífono derecho dejó de sonar y me deshice de ellos enredándolos y guardándolos otra vez en la bolsa de mi pantalón. Bajé del camión y caminé unas calles hasta que llegué a casa. Como era costumbre, no había nadie; mis hermanos seguían en la escuela, papá estaba en un viaje de negocios en algún lugar de Nueva York y mamá seguramente había salido a tomar café con cualquiera de sus amigas que siempre que me veían me decían cosas cómo “Mírate, que alto estás”, “¡Que guapo te ves hoy, Javier!” y otras similares, frases prefabricadas para el hijo de alguna allegada.
Subí las escaleras, entré a mi habitación y aventé mi mochila por allí, y me aventé también, pero a la cama, boca arriba. Me puse a pensar en que hace mucho tiempo que Susana no me hablaba, habíamos sido compañeros en la escuela el año pasado y ahora me evitaba, creo que se iba a mudar a Canadá y por eso lo hacía, la ultima vez que salí con ella había sido algunos viernes atrás después de la asesoría de matemáticas. Me gustaba regresar con ella porque aunque nunca le ponía atención, a ella parecía no importarle, o mejor dicho, creo no se daba cuenta.
Vi la televisión por unos minutos y luego llegó mamá. Escuché el sonido de sus tacones aproximarse hacia la puerta, me levanté de la cama lo mas rápido que pude para tomar la mochila que estaba en el suelo y ocupar la sillita giratoria frente al escritorio. Abrió la puerta y me vio poniendo en orden las cosas dentro de ella.

—¿Ya comiste?
—Sí, ¿de dónde vienes?
—Vengo de casa de Ana, su hijo se lastimó el pie y no puede caminar, ¿qué te parece si te cuento mas tarde?
—Está bien.

Fue cerrando la puerta muy despacio, y me sonrío, le sonreí y antes de que chocara la cerradura con el marco de la puerta volví a hablar.

—Oye má.
—Dime, Javi.

Yo aborrecía que me dijera así pero nunca le decía, siempre me llamaba de esa manera, estaba acostumbrada a hacerlo.

—¿Me dejas ir a una fiesta? Por favor, ya hice mis cosas para tener libre el fin de semana.
—Por supuesto, te dejo dinero en la mesa para el taxi de regreso.
—Gracias.

Y la puerta se cerró detrás de un bostezo.
Horas mas tarde, Diego pasó por mi a casa, dentro de su camioneta ya estaban los demás. Un viernes, diecinueve años, mis amigos, una fiesta, ¿qué podía salir mal?
Nada.

O todo.

2 de abril de 2014

Dx

Hay que tomar un café
en algún lugar de mierda
de esos donde las meseras
no te dejan respirar. 

Hay que ir a caminar 
por la alameda. 
Hay que tomar un 
helado de vainilla. 

Hay que ir a cualquier lugar
de esos donde las parejas
se dejan y no vuelven
nunca más. 

Pero no me dé el diagnóstico 
aquí en su consultorio. 
Eso es demasiado frío. 
Demasiado impersonal.