23 de diciembre de 2013

Audífonos

En el pasado, había posibilidades sensoriales de las que no tenemos conocimiento hoy. 
Miles de años atrás, había algo llamado "música". Esta "música", se percibía mediante los oídos. Antes de esta era, la gente hacía algo llamado "escuchar", ¿saben? 
La música era hermosa, era como la sensación de una comida deliciosa, como el tacto de una mano suave, como ver un hermoso paisaje, como percibir su aroma favorito. Sólo que se hacía con los oídos. 
Era como el lenguaje de señas que usamos ahora, sólo que sin usar las manos. Se usaban instrumentos que producían algo llamado "sonidos". "Melodías", cosas hermosas que sólo se captaban a través de algo llamado "sentido del oído". 
¿Que cómo se acabó esa era?
Hablemos de un objeto llamado "audífonos"...

16 de diciembre de 2013

Buenos días

Buenos días, cariño. ¿Dormiste bien? Perdona que no traiga el desayuno, tengo un poco de prisa. Pero me arreglé el cabello como te gusta: Suelto y sin hacerle nada. También me puse la falda que te encanta. 

Tu deberías ponerte esa playera negra y tus pantalones rotos, sabes cuánto me gusta verte así. Y antes de eso, ¿porqué no pones este disco? Tienes mucho tiempo sin oirlo, estoy segura. 

Cuando estés listo podemos ir a desayunar a donde siempre: Café y pan, aunque sé que tu prefieres algo más sustancioso. Estoy segura de que luego querrás ir a caminar y a tomar fotos. Hablando de fotos, ¿donde están las fotos de nosotros, las que tenías en el buró? 

Bueno, no importa. Recuerda que realmente yo no estoy aquí, tu mente está imaginándolo todo. Me iré pronto. 

Sólo venía a recordarte que no importa cuanto intentes, jamás me vas a olvidar.

9 de diciembre de 2013

De lo incorpóreo

Nadie ve el aire,
pero yo lo respiro.
No veo el canto de las aves,
pero sí lo siento.
Nadie ve lo que siento, 
pero claro que existe:
no soy un insensible
y eso a ti te consta.

Nadie ve la esperanza,
ni el amor o el odio,
pero todos lo sienten,
hasta tú 
algunas veces.
Nadie ve el pensamiento
y sus caminos,
nadie ve 
-ni verá-
las palabras que te escribo,
pero no por eso dejan de ser ciertas.

Que tú no veas algo
no implica que no exista.

2 de diciembre de 2013

Señorita mariposa

Amé todo de tí, tus errores, tu inexperiencia, tu hostilidad aprendida, tu poca feminidad, tus gritos, tu histeria, tus manías, tus gafas rotas, tu manera de pensar, tu sentido de la propiedad y tus ideas sobre la vida.
Amé con todo mi ser tu falta de autoestima.
Amé con todo mi ser al gusano que creíste ser en el tiempo en que nos conocimos.
Fuí la lección que te mando la vida, los golpes en tu alma que pensaste que nunca sanarían, fuí lo que nunca pensaste merecer y al mismo tiempo lo que no te merecías, fuí a quien le entregaste todo, pero no le diste nada, fuí más de dieciseis mil horas de tu vida vana, fuí la luz y las lágrimas de tus ojos de avellana.
Saliste de la crisálida,  mariposa de ojos grandes y botas de tela, blusas escotadas y pantalones a la cadera, peinado elaborado, maquillaje y vida nueva.
Señorita mariposa, no olvides que hubo quien amó con todo su ser al gusano que creíste que eras hace más de cinco años.

25 de noviembre de 2013

Carpe Diem

No digo que Minelia sea la mujer más guapa del universo, ni que sea lo que merezco.
Simplemente digo que está ahí y yo estoy aquí. 
No es que sea lo que soñé, ni lo que siempre quise. 
Hay cosas que nunca suceden.
Pero Minelia está aquí y yo también.  
La encontré, me encontró, nos encontramos. 
Nos reímos, fumamos la misma marca de cigarros y nos gusta el mismo sabor de malteada.
La de vainilla.
Caminamos por los parques espantando a las palomas, trepando a los aros de colores y brincando en los charcos de agua verde.
No me importan las cicatrices de sus brazos, ni que use siempre ese collar con plumas que compró en el centro de Coyoacán, ni que tenga ese tatuaje en el tobillo, el del ancla azul.
A ella no le importa que siempre me ría de todo, ni que usé tres días la misma playera, o que a veces se me olviden las cosas importantes, esas cosas le dan lo mismo.
Me gusta y yo le gusto.
Nos queremos.
Nos aceptamos.
No digo que nunca haya querido estar con una mujer que use tacones y faldas cortas, que se pintara los labios, las uñas y el cabello. No digo que yo no haya querido una mujer que no es Minelia.
Pero hay cosas que nunca suceden.
Adoro como camina con esos tenis viejos y su pantalón de cargo.
No digo que sea lo que yo quería, ni que me merezca estar con ella, ni que ella merezca aguantarme a mi, con la mala leche que tengo.
Sólo pasó.
Un día a la vez.
Carpe diem.
Un día por otro, me invita a ver el atardecer en su azotea. 
Nos fumamos un cigarro hasta que empieza a oscurecer y no hablamos de nada.
Nada. Como por 15 minutos.
Luego nos reímos de todo y parece que ese es el lugar más feliz sobre la tierra y no el puto Disneyworld.
Nos aceptamos.
Probablemente termine. 
Pero probablemente no.
Quien sabe.
Hay cosas que nunca suceden.

20 de noviembre de 2013

Gemela

La lluvia es mi alma gemela,
estoy seguro.
Siempre viene
de tan lejos,
a estrellarse
contra el piso y
no le duele:
No le importa. 
La lluvia es mi alma gemela,
estoy seguro.

11 de noviembre de 2013

Metztli

Tu piel morena, perfecta.  
Tu mirada brillante. 
Tus sonrisas sinceras.  
Tus ojos, reflejo de luna nueva.  
Tu cabello cayendo por tus hombros.  
Tus labios para besar y hablar verdades.  
Me gustas tanto.  
Tu manera de hablar.  
Tu forma de caminar.  
Tu voz que inspira tranquilidad.  
El calor de tu abrazo.  
El color de tus rizos.  
Tu forma de pensar.  
Tu manera de ser.  
Me gustas tanto:  
Te quiero tanto,
o más.
Te quiero tanto que ojalá pudiera decírtelo,
te quiero más de lo que puedo decir.
Te quiero más de lo que puedo pensar
o de lo que vayas a imaginar. 
Ojalá nuestras sendas
estuvieran mas juntas. 

4 de noviembre de 2013

Mejor que yo

Tu próximo novio va a tener un carro.
Todos dirán que es lo mejor que te ha pasado.

Será amigo de tus padres,
 te llevará hasta tu casa y
 pasará por una taza
 de café.

Tu próximo novio será un tipo guapo.
Todos dirán que tu gusto ha mejorado.

Será lo que tú mereces,
porque tú mereces todo y
que seas feliz va a ser 
su prioridad.

Va a jugar juegos de mesa
los domingos en tu sala.
Platicará con tu abuelo,
será amable con tu abuela,
se ganará a tus hermanas,
el va a hacerlo todo bien.

Todo bien.

Al menos, 
mejor que yo.

28 de octubre de 2013

Día Tres

Sigues tan viva
en lo que escribo
como en las cosas
que adoro.
Sólo quiero
que me escribas
de vez en cuando
también.

Quizás una carta
indiferente,
quizás unos versos 
de desprecio.
Escríbeme 
cualquier cosa,
dame una señal
de vida.

No te vayas,
no quise volverme
herida.
Pero si al final
te vas,
no vayas
a olvidarme.
Es la muerte
el olvido: me muero.
Hay quien dice 
que la vida son dos días,
y yo voy ya por el tercero.

21 de octubre de 2013

Día dos

El segundo día es más llevadero
si no cargo tus recuerdos en mi espalda.
Si no cae agua helada del cielo.
Si el hogar donde vivimos 
ya no existe.

La tristeza se va,
se desvanece,
ligera.
Se acentúa la ausencia,
la espera, 
cae la helada:
No se ha ido, la tristeza.

Todavía 
es el segundo día:
te extraño,
vuelve,
resuelve
mi vida.
Quizá no
tenías que haberte ido,
quizá sólo me invade 
la tristeza.
Talvez me faltan
tus faldas y tu risa.
Quizás cargo
- todavía -
tus recuerdos en mi espalda.

14 de octubre de 2013

Día uno.

Regálame un perfume
de flores muertas.
Regálame fotos nuestras
donde yo ya no esté.
Regálame una llamada,
desviada.
Dime a donde te fuiste,
porque yo no lo sé.

Regálame un suéter,
imprégnalo así ,
yo te haré canciones
que no hablen
de tí,

regálame el pasto
donde vimos el cielo,
regálame azul 
y verde en tus desvelos,
regálame un árbol 
y su sombra también,
dime a donde te fuiste,
que yo no lo sé.

7 de octubre de 2013

Acudir.

Mafer y yo solíamos ir
a un café que ya no existe,
donde pedíamos cherry coke
y a veces un pastel
o dos.
Y pasábamos las horas
hablando de lo que debía ser,
de cómo debía ser
y qué cosas debíamos hacer.
Ella, con su afán de ser 
lo que ha soñado,
yo con mi manía de escribir 
lo que sueño.
Impasibles.
Devastados.
Enamorados.
Perdidos.
Sin un lugar al que ir
-además de aquel café,
que ya no existe-.
Quizá es tiempo de buscar
un lugar nuevo a donde ir,
quizá es tiempo de acudir
el uno al otro.

1 de octubre de 2013

Ivonne (Fragmento)

-Cuando Ivonne Memije me dijo que sería mi novia, creo que ese día fue el mejor de mi vida.
De verdad, el más feliz.
Me refiero a que, vamos hombre, sabes de lo que hablo.
¿Qué, nunca te han dicho que sí?
Entonces, si sabes de lo que hablo, ¿Verdad?
Me refiero a todo lo que pasa en esos momentos.
Ivonne, ella estaba hermosa ese día. Lo digo en serio, estaba tan linda. Su suéter rosa, su pantalón de mezclilla, sus tenis de tela, su bufanda azul.
Le encantaba esa bufanda.
Fuímos a este café, sobre La Gran Avenida. 
Yo tenía dinero y eso era raro para mi a los 15 años. 
Ya sabes, mis padres no me dejaban trabajar, pero tampoco me daban un centavo de más. 
Sólo lo justo.
Siempre lo justo.
Pero entonces mi hermano mayor me hizo este encargo, ya sabes como son los hermanos mayores, sienten que pueden estarte mangoneando toda la vida y a veces es cierto, si te dan el dinero suficiente. Él me encargo esto que ya no recuerdo que era, quizá era ir a comprar algo por él al centro o limpiar su recámara o tragarme una botella de catsup, ya no me acuerdo. Tiene seis años de eso, no recuerdo bien que fué. 
Seguro fué algo importante porque el me dió un billete verde, de doscientos pesos.
Doscientos pesos. 
Teniendo 15 años y siendo el 2006, doscientos pesos aun alcanzaban para muchas cosas.
Por lo menos alcanzaban para invitarle un café y algo de comer a Ivonne.
Así que fuímos a este café que te digo, sobre La Gran Avenida.
Nada muy especial, un lugar pequeño y tranquilo.
Pedimos los dos un capuccino frío y un cuernito con jamón y queso.
Su sonrisa.
Sus manos moviéndose mientras hablaba.
Su risa.
No pude más.
Le pregunté.
Le pregunté a Ivonne Memije si quería ser mi novia.
Y este espectáculo, te juro que debiste verlo, todo el mundo debió haberlo visto, yo estuve en primera fila.
Fue hermoso.
Sus manos, su cabello hasta los hombros, su sonrisa de nervios, sus ojos grandes y avellanados, su boca bonita, sus cejas arqueadas, sus hombros redondos, todo al mismo tiempo, como si fuera una especie de ballet, una perfecta coreografía, una hermosa danza.
Dijo que sí.
-¿Y por eso estamos en este café?
-Espérate, ya llegaré a eso...


De la serie "La Gran Avenida".

23 de septiembre de 2013

Timbre

Creo que ha sonado el timbre 
y tus caderas
están del otro lado
de la puerta.

Y aunque ya nunca espero
tu visita
escucho tus tacones
allá afuera.

La seda negra que te viste
existe
en mis recuerdos
y en mis fantasías.
En mis recuerdos 
de tiempos mejores,
en mi archivo de 
nuestras alegrías.

Te recuerdo
dejando
la seda
de lado,
Pero dejándote puestos
los tacones.
Y te evoco
diciendo:
"La vida es 
muy corta
para no cometer 
equivocaciones".

Escucho tus tacones
en la puerta,
aunque ya nunca espero 
tu visita.
Creo que ha sonado el timbre, 
pero afuera
no están más que mis ansias
de tenerte.

17 de septiembre de 2013

Risa Nerviosa.

Tengo una hora sentado en esta banqueta.
Llueve. Y ya estaba lloviendo cuando llegué.
Hace frío y tengo hambre.
Cosas que a nadie le importan. 
Siempre son cosas que a nadie le importan.
Por eso no hablo mucho.
Nunca sé bien qué decir y todo el tiempo estoy nervioso.
Todo el tiempo hay personas que hacen que me sienta mal por eso, no es que se lo propongan, o quizás sí se lo proponen, pero trato de no preocuparme. A veces conozco gente que hace que todo sea más sencillo, más llevadero, más agradable. Personas que llegan de la nada cuando me ven en un rincón o sentado solo en una mesa y tratan de hablarme, pero siempre estoy nervioso y nunca sé qué decir. 
La última que lo hizo fue una chica.
 Una chica muy bonita.
Ojos grandes, labios pintados, piernas largas y linda sonrisa.
Llegó y me habló.
Yo quería hablarle, pero no supe qué decir.
Después me dijo que le gustó como tartamudeaba de nervios la primera vez que me habló.
Que le fascina que hable bajito y que me de pena ordenar una hamburguesa en la cafetería de la escuela.
Que le da ternura mi pánico de preguntar por una dirección y que prefiera perderme hasta que encuentro el lugar.
Que le gusta como se me pierde la mirada y no puedo verla a la cara cuando hablo con ella.
De repente, ya no me sentía mal por eso.
A ella no pareció molestarle que no supiera hablar con las personas, que no supiera cómo pedir permiso para bajarme del autobús, que no pudiera dejar de estar nervioso. 
"Me gustas porque hay cosas en tí que nadie más ve".
No le molesta que le hable de la música que me gusta y le gusta que compartamos mis audífonos y que me guste hacer origami.
A ella le importan mis cosas.
A ella le gusta salir conmigo.
Un día me besó y me dijo que yo la hacía feliz. 
La miré con los ojos vidriosos y mi risa nerviosa.
Yo también era feliz.
Me besó y yo era la persona más feliz del mundo.
Me dijo que yo era su persona y que era muy especial.
Yo le hice una gruya de papel.
Eso era divertido.
Era divertido estar con alguien y no sentirme nervioso con ella, aunque me sintiera así con el resto de la gente.
Era divertido cuando tomaba mi mano y corríamos por las fuentes danzantes del centro. 
Era divertido cuando nos metíamos empapados a un Starbucks y yo no quería pedir nada, ni decirle mi nombre al cajero.
Era divertido ser tan indeciso y no saber qué pedir, era divertido que ella simulara ver al reloj y taconear mientras esperaba que decidiera.
De pronto, eso era divertido y no malo.
Nos reíamos. Juntos.
Era divertido ir a algún lugar y susurrarle al oído qué iba a pedir.
Era divertido cuando íbamos a McDonalds y ella ordenaba la comida y yo cargaba la charola y se me caían las cosas cuando me preguntaban si quería más sobres de catsup y ella me decía que no importaba, y nos reíamos, ella con su risa sincera y yo con mi risa nerviosa.
Eso era divertido.
Era.
Un día pareció perder la sonrisa franca.
Un día pareció que ya no era divertido. 
Un día sus ojos empezaron a perderse cuando le hablaba.
Un día dejó de reirse conmigo.
Un día dejé de ser especial.
"Siempre hablas tan quedito...Quiero que hables más. Quiero que dejes de temblar. Ya no tires las cosas. Ya no puedes ser así. Quiero que cambies. ¿Que no puedes hablar de corrido? ¿Porqué nunca puedes decidir a dónde vamos? Es el metro, no te va a pasar nada. La gente no te va a comer, carajo... Esto no va a funcionar. Tu nunca me defenderías. No me siento segura contigo. Me da pena que te vean así. No me siento bien. Me da pena que nos vean. Me siento incómoda. Me da pena que me vean contigo. Yo ya no puedo".
Ya no soy especial y estoy sentado en la banqueta.
Llueve y ya estaba lloviendo cuando llegué a sentarme en la banqueta de enfrente de su casa, estaba lloviendo cuando la vi llegar con un tipo que parece que nacio con la sonrisa puesta y ese porte de ser dueño del mundo y debe ser dueño del mundo porque le devolvió la risa sincera y los ojos brillantes que no me vieron porque me escondí detrás de un carro cuando los vi llegar.
Pero es que yo soy así.
Yo no tengo la culpa de no poder acercarme a decirle que todavía la quiero, no tengo la culpa de que ahora me de miedo hablarle, como a todo el mundo ni tengo la culpa de temblar de miedo y no de frío, de saber que seguro voy a tartamudear si me acerco y le digo que la quiero y que yo no tengo la culpa de nada.
Y como no tengo la culpa, sólo miro cómo me tiemblan las manos y me río con mi risa nerviosa, la única risa que tengo.
Me lloran los ojos y me río más.
Yo no tengo la culpa. 
Hace frío y tengo hambre.

9 de septiembre de 2013

Melissa

Estoy lejos de casa.
Me calzo los audifonos y tomo el autobús amarillo que pasa por La Gran Avenida.
Quede de verme con Melissa a las tres y ya son las tres y cinco.
Que espere. 
Me espera en su casa, de cualquier modo.
A Melissa no le gusta salir, no le gusta la gente, no le gusta la comida de la calle. A Melissa no le gusta nada. A veces nadie.
Vivimos a unas cuantas calles de distancia, en la misma colonia. Ella vive detras de la pizzería azul que está en la esquina de La Calzada y La Gran Avenida. Quizá por eso me gusta tanto ir a su casa.
A ella sólo le gusta tener a alguien con quien hablar, supongo. Por eso me invita a comer. 
Dos o tres veces por semana.
Comer, ver una película.
Cosas que se siente de la chingada hacer sólo.
Su familia es de esas que no parece una familia. Todos viven en la misma casa, pero la casa es lo bastante grande como para que cada quien viva por su lado, sin tener que hablar con los demás. 
A mi me gusta que su pieza es fría, oscura, sombría. Es la parte de la casa donde vivía su abuelo, y ahora es donde ella vive. Tiene su propio refrigerador, estufa, baño, sala y cama. Siempre tiene las luces apagadas, incluso de noche. La única luz es la que viene de las ventanas, la televisión y la computadora. No sé porqué, pero me gusta.
Me gusta el mundo de Melissa.
Si tuviera novia, seguro tendría celos de Melissa.
De Melissa, su cabello largo, su nariz afilada, sus piernas largas y sus faldas tableadas.
-Tardaste mucho.
-Había tráfico.
-Vives a seis calles de aquí.
-Estaba lejos.
-¿Dónde estabas?
-¿Que a tí no te han dicho que las faldas tableadas las dejas de usar cuando sales de la secundaria?
Se ríe.
Me invita a pasar y veo que tiene la mesa puesta. 
Los platos blancos, inmaculados. 
Los vasos verdes que traen grabado el logo de Coca-Cola. 
Los cubiertos.
El menú prefabricado: Macarron con queso de cajita, carne asada del súper, puré de papa (de cajita) y tang de jamaica.
Melissa es el orgullo de Kraft Foods.
-Pensé que ya no venías. 
-Siempre vengo, Meli. Ya sabes.
Sirve los macarrones y el agua. 
Empezamos a comer.
Veo su cajetilla de Benson junto a la estufa.
-¿Fumaste?
-Me fumé uno o dos hace rato. Mientras esperaba.
-Esa mierda te va a matar, Meli.
-¿Esperarte?
-El cigarro.
-Todos nos vamos a morir.
-No de cáncer.
-No todos los fumadores se mueren de cáncer. Podrías salir a La Calzada, cruzar y morir arrollado por un camión.
-Si, pero no es lo mismo. No tiene nada que ver.
-Las estadísticas dicen que es más probable que mueras yendo a comprar la lotería a que te ganes el premio.
-¿Qué tiene que ver?
-Que nos podemos morir de lo que sea, cómo sea, en cualquier momento. Todo el mundo debería darse gusto, ¿No?
-¿Cambiamos el tema? - Me jode que Melissa tenga razón.
-Bueno: ¿Dónde andabas?
Me río.
-Pareces novia celosa.
-¿Y eso te da risa?
-Un poco, sí.
-Ja, ja, ja - ironizó -Soy lo más parecido que tienes a una novia, listo.
Me corta la risa de golpe y vuelvo mi atención hacia los macarrones. 
Sirve la carne y el puré. 
Charla de relleno.
Hace frío. Qué bonito el mantel. Está bueno el puré. La carne me gusta más quemada.
Esas mierdas que uno dice cuando no quiere personalizar de más la conversación. O cuando sabe que la otra persona tiene la razón.
Lo bueno de Melissa es que nunca presiona. Entiende cuando alguien no quiere hablar de algo y lo deja  a uno hablar de pendejadas.
¿Hay más puré? No quiero ver otra película de Kurosawa. Hace frío. Creo que va a llover.
Pendejadas de relleno.
-¿Quieres postre?
-No, no me siento bien.
-¿Cuando fue la última vez que alguien que no fuera yo te hizo sentir bien?
No le contesto. Sé que podría discutir con ella acerca de cómo desvió la conversación y todo eso, pero no le veo caso y no tengo ganas.
Además, tiene un punto.
-No sé, Meli. 
-¿No sabes o no te acuerdas?
-...
-Yo tampoco me acuerdo cuando fue la última vez que alguien me hizo sentir como me siento contigo. No soy la mujer de tus sueños ni tu eres el hombre de mi vida, pero es lo que hay y tendríamos que irlo aceptando, ¿no?
Lo dice como si fuera algo que sabe desde hace mucho, como si fuera una verdad universal, como si fuera lo más obvio del mundo.
No sé qué decir. Nunca sé qué decir. 
-¿Qué quieres, Melissa? ¿Tener una relación?
-No. Dije que nos la pasamos bien juntos y eso está bien.  Tener una relación es justo lo contrario.
-No te entiendo...
-No me entiendas, tampoco quiero eso. Vamos a ver una película.
Hace palomitas en el microondas.
Nos sentamos en el sofá a ver 300.
Sube las piernas al sillón y recarga la cabeza en mi pecho. 
Nos abrazamos.
Me jode que Melissa tenga razón.


De la serie "La Gran Avenida".

Raúl

Hace no muchos años atrás, Raúl paseaba por un camellón adornado de árboles que se mecían por la fuerza del aire que traía Octubre. No tenía muchas ganas de regresar a casa entonces decidió sentarse por allí, encontrar una banca para ver un rato a la poca gente que había caminar algo apresurada y a los automóviles que pasaban del otro lado de la avenida. Ese Octubre no prometía mucho para él, para nadie. 
La mayoría de lamparas estaban descompuestas y las pocas que estaban encendidas emitían una luz demasiado tenue, una luz que no era suficiente para sentirse seguro en la obscuridad; pero eso no importó, hace mucho tiempo no salía a sentirse tranquilo, soplaba hacia arriba y el cabello que caía sobre su frente se movía, cosa que le divertía muchísimo. 
Se levantó, se subió a su bicicleta y pedaleó. Faltaban muy pocas calles para llegar a casa, también faltaban muy pocos días para su cumpleaños numero dieciséis. 
Aumentó su velocidad. Pensó que tal vez en casa estarían preocupados si no llegaba a tiempo para la cena. Igual antes de llegar la disminuyó un poco, porque se le acabaría su tranquilidad. 
Se quedó afuera unos minutos mientras le ponía la cadena a su vehículo. Solo había una luz encendida, entró creyendo que habían olvidado apagarla. Al cruzar la puerta escucho a alguien gritar su nombre seguido de un “¿eres tú, ya llegaste?”, se percató de que era su hermana en la sala leyendo sentada en un sofá un poco desgastado y manchado de todas las bebidas que habían derramado en el desde hace varios años, como colección. Ximena se levantó y camino hacia la cocina, olía a lasaña, su comida favorita de Raúl. Él la siguió, caminó hacia ella y la abrazó mientras ella bajaba los vasos de una pequeña repisa. Se dirigió al baño para lavarse las manos, escuchó a su hermana preguntarle cómo le había ido, y él contestó después de cerrar la llave que bien. Ximena encendió la televisión y puso el canal de deportes como indicación de que la hora de cenar había llegado. Raúl escuchó cómo ponía la mesa y recordó que tan hambriento se encontraba. Agradeció mentalmente a un Dios en el que no creía pero su mamá le había obligado a rezar que su hermana resultara tan buena cocinera después de todas las rutinas de ensayo y error. 
Se sentó y una Ximena sonriente le sirvió una gran porción en su plato. Ambos comieron en silencio viendo el resumen del partido de basketball. Terminó y dejo a su hermana sola en el comedor, llevo su plato a la cocina y lo enjuago, dejándolo allí para que ella lo lavara, a él le tocaría lavar todos los trastos al día siguiente. Salió de la cocina, pasó por el comedor y observó a su hermana ahora hablando por teléfono, subió las escaleras y caminó hacia la habitación mas silenciosa y obscura de la casa: la suya. Antes de entrar se quitó los zapatos, abrió la puerta muy sigilosamente, entró y la cerró despacio también. 
Con la luz apagada fue a recostarse en su cama, miraba el techo sin saber bien que hacer, permaneció inmóvil un buen rato con la mente en blanco y sin proponérselo, comenzó a recordar. Raúl había crecido con la idea de que llorar era malo, que los hombres no debían hacerlo, y esa era precisamente la razón por la que sentía que se traicionaba a sí mismo derramando un par de lágrimas en silencio. Le habría gustado escuchar alguna vez una historia en la que alguien permaneciera eternos minutos mirándolo dormir, habría sentido paz al saber que había alguien escapaba temprano de cualquier otro lado para alcanzarlo despierto y darle las buenas noches. 
No se molestó en enjugar sus propias lágrimas pero detuvo su sollozo, estaba seguro de que si continuaba Ximena tocaría a su puerta y sin preguntar, entraría. 
Con los ojos empañados miró todo lo que tenía a su alrededor y dejó de sentirse sólo. 

2 de septiembre de 2013

Sobre extrañar

Te extraño de noche
con la luz apagada.
Te extraño en la parada
del autobús.
Extraño tu luz
y tu risa liviana,
las historias que hilvanas
y verte a trasluz.
Extraño las cosas 
que nunca me dices.
Extraño tu humor 
y sus treinta matices.
Extraño tus manos,
tu esencia y tu piel, 
tus sueños, tu alma, 
tu forma de ser.

26 de agosto de 2013

Miel

Sus ojos eran de miel
miel como la del desayuno
¿Has desayunado un corazón?
Yo sí, pero no queriendo.
Nunca quise romper uno
pero a veces
tienes que hacer cosas
aunque no quieras
cosas como ir a trabajar
cosas como ir a la escuela
cosas como trabajar en una escuela
o romper un corazón.
A veces no hay de otra
a veces no tienes elección
a veces se acaba la miel
del desayuno.

19 de agosto de 2013

Ideal

Tu nombre es el sendero
que quiero tomar
y no puedo
recorrer.

Quizá por eso
siempre te miro
escondido
y finjo
no saber,
no sentir, 
no mirar.

Te miro siempre 
detrás
de la ventana.
Para no jugar el juego,
para no volvernos locos,
para verte
sólamente,
para nunca hacernos daño.

Porque eres el sendero 
que quiero
tomar,
pero no creo
merecer.

12 de agosto de 2013

La Puta Quincena

Esto no es lo que esperaba.
Esto no es lo que me dijeron que iba a pasar cuando terminara la carrera. 
Se supone que uno se mata estudiando una carrera para labrarse un futuro, para tener estabilidad. Para tener un trabajo, cuando menos.
Pero no. 
O sí, un año después.
Claro, un año después de trabajar en algo que no es para lo que estudiaste. 
Típico.
Me pregunto cuantos contadores perdedores como yo habrán tenido que pasar un año en McDonalds. 
Cobrar, freir papas, atender el McAuto. Por un momento me sentí bien, empezaba a escalar puestos.
Hasta me dijeron que podría llegar a gerente en un año más.
Y lo estaba considerando. Pero me salió algo de lo mío. Algo "mejor". 
Un "trabajo de verdad". De los de traje y corbata. 
Con nómina, número de seguridad social y escritorio. Una cosa seria. 
De 9 a 8, con dos horas para comer, computadora, un escritorio, prestaciones de ley y seguro social.
Diría que lo pensé antes de dejar el McDonalds, pero no. Ahora no estoy seguro si debería haberlo pensado.
Acepté.
Ya tengo una vida normal.
Desde el día que acepté este trabajo (con "grandes oportunidades de crecimiento", por cierto) formo parte productiva de la sociedad, ingresé al no tan selecto club de personas que tienen un "trabajo de verdad" y no andan trabajando en McDonalds, tengo la certeza y orgullo de pertenecer a una compañía que es reconocida y líder en su ramo. 
Una compañia que me paga apenas un poco más de lo que ganaba en mi McTrabajo, que me debe horas extra, que me tiene esclavizado algunos fines de semana, que me renueva el contrato cada tres meses y en la que no he visto la "oportunidad de crecer" en año y medio.
Menuda mierda.
Mi único consuelo es esa tranquilidad enferma que tienen todas las personas en mi posición: La de saber que la puta quincena está siempre puntual en el banco.
La puta quincena, esa que nunca alcanza, de la que nunca tienes suficiente. Le dice uno "puta", pero la adora.
En el fondo, uno es más puta todavía: Puta del banco, de la empresa, de las tiendas, del trabajo y de tu nueva tarjeta de crédito.
Así es esto.
"Así es esto", siempre me decían que así iba a ser. Que un día terminaría la prepa, entraría a una buena universidad, me graduaría con un buen promedio, encontraría un trabajo bueno y estable en una compañía grande y que empezaría a cotizar en la seguridad social, con el tiempo conocería a una mujer linda, sencilla e inteligente que le gustara el cine, saldría con ella, sería su novio formal, iríamos a misa los Domingos y luego compraríamos una casa en las afueras, tendríamos hijos, les enseñaríamos que deben estudiar duro y luego esperaríamos juntos nuestra jubilación.
Menuda mierda.
Muchos días me pregunto si me aceptarían de vuelta en McDonalds.
En días como hoy, pasó mi hora de comida viendo a los cajeros, al de la freidora, a los que trapean el piso y me río de como piensan que su vida es miserable, mientras yo me como una Big Mac y cuento los minutos para regresar a la oficina de mierda. Quisiera no regresar.
Pero al final, regreso.
Siempre regreso.
Así que aquí estoy, con mis prestaciones de ley, con mi escritorio lleno de post-its llenos de pendientes, con mi computadora de la empresa, con un tupper vacio en mi escritorio, con mis vacaciones, mis días económicos, mi puta quincena y este pedazo de plástico que me da felicidad mientras me recuerda que mi culo de perra blanca le pertenece al banco.
Ya que.
Voy a invitar a salir a Claudia, la de recursos humanos. Me pregunto si le gusta el cine.

5 de agosto de 2013

Fede

Odette y yo salimos a caminar por La Gran Avenida a las 10 de la noche.
Es Viernes.
Estamos esperando a alguien.
Vestido rojo, medias de red, tacones altos y -suponemos- lencería.
Ese es el uniforme de trabajo de Fede.
Por lo que sabemos, Fede sale todas las noches con atuendos más o menos similares, desde hace unos cuantos años.
Años más, años menos. Fede dice que ya no se acuerda.
Fede es a quien esperamos. 
Nos saluda a Odette y a mi con un beso en la mejilla.
El acuerdo fue simple: Nos cobra la mitad de su tarifa usual por dejar a Odette hacerle algunas preguntas con una grabadora de por medio. Quizás un café.
Aún está abierto un cafetín de La Gran Avenida, así que pasamos. 
La gente nos mira raro, como si todo fuera un escándalo, como si Odette y yo no pudiéramos sentarnos en el mismo café que todos ellos y además con alguien como Fede.
-Estoy acostumbrado - Dice Fede por toda respuesta a las miradas que intercambiamos Odette y yo.
Nos sentamos. Pido un express corto y Odette un capuccino. Fede pide un cuernito de jamón y queso y una coca cola. Es mejor ya ir cenado a trabajar, pienso.
-Yo estoy intrigada - Odette rompe el silencio con esa curiosidad que caracteriza a los jóvenes estudiantes de periodismo - por todo el universo que rodea tu trabajo.
Fede saca una cajetilla de Benson largos, cigarros de señora. Enciende uno y nos ofrece. Declino, pero saco mi cajetilla.
-¿Qué quieres saber? - Fede da fumadas largas. Saborea el tabaco.
-¿Cómo te acostumbras a este ritmo de vida? ¿No sientes de repente ganas de dejar todo y tener una vida más relajada?
Fede se ríe, casi con ternura.
-Mucha gente me pregunta eso y no todos me pagan por oir la respuesta. La verdad es que a todo se acostumbra uno, menos a no comer. Y si no trabajo, no como. En este trabajo se gana, hay días malos, pero se gana. Tengo compañeritos que se están pagando la escuela con su trabajo. 
Nos traen el servicio y Fede apura la coca cola.
-La verdad es que - sigue hablando y sostiene el cuernito - para cada uno de nosotros es diferente. Para algunas y para otros si es difícil, es como una tortura, ¿ves? Para mi no.
Fumo. Fede come y Odette bebe su café. Hay buena vibra en la mesa, Fede es ese tipo de persona que puede caerte bien si te despojas de los prejuicios.
-Entonces te gusta.
-Si, a veces.
-A veces no...
-Hay cosas desagradables, es como todo. 
-¿Clientes?
-Clientes, la policía, a veces gente que no tiene nada que ver. Estamos marginados por la sociedad, no está bien visto nada de esto. Te acostumbras, pero si es bastante desagradable.
-Te topas con todo tipo de gente, me imagino. 
-No te imaginas, en este trabajo los primeros meses hasta te sorprendes. Ya después es como todo, te acostumbras.
-No sé cómo preguntar esto pero es importante... ¿Qué tipo de gente es la... la más usual?
-¿Que tipo de clientes tengo?
Otra vez Fede le enseña a Odette que en una profesión como la suya, las sutilezas están por demás.
-Si, ¿Qué tipo de gente es?
-Pues hay de todo. Señores que se ven ya con familia y todo, chavos, hasta señoras a veces. Gente así como la que está en las otras mesas, gente normal.
-Normal...
-Uno que otro ya con gustos más enfermos, ¿ves? Pero en general la gente es Normal, la que ves en la calle y apuestas que no haría algo así. Unos ya hasta son clientes, señores grandes con esposa, muchachos...
-¿Como porqué?
-No sé, ellos sabrán. A veces hasta te acaban contando sus broncas con la esposa, con la amante... Influye mucho todo. ¿Sabes cuantas señoras nunca se vestirían así para el marido?
Fede termina su cena y pide un americano. Enciendo otro cigarro. Odette sigue preguntando y Fede responde. La grabadora sigue registrando todo en el centro de la mesa. 


-¿Sabes qué, Odette? - Le digo cuando caminamos de regreso a su casa- Te quiero, pero es la última vez que te acompaño a uno de tus experimentos periodísticos.
-¿Sabes qué?- dice como si se hablara a ella misma-  Me voy a empezar a comprar lencería...

De la serie "La Gran Avenida".

29 de julio de 2013

Verde


Tienes los ojos tan verdes
Verdes como un plato de espinacas,
como el pasto que comen las vacas,
como limones, los tienes tan verdes.
Verdes como chocoretas,
como ropa de duendes irlandeses,
como chocolates de menta franceses,
verdes como mi primera bicicleta.
Tienes los ojos de menta.
Tienes los ojos como hojas de árbol.
Dime tú, ¿Qué es lo que rima con árbol?
Para escribirle a tus ojos un poema.