26 de agosto de 2013

Miel

Sus ojos eran de miel
miel como la del desayuno
¿Has desayunado un corazón?
Yo sí, pero no queriendo.
Nunca quise romper uno
pero a veces
tienes que hacer cosas
aunque no quieras
cosas como ir a trabajar
cosas como ir a la escuela
cosas como trabajar en una escuela
o romper un corazón.
A veces no hay de otra
a veces no tienes elección
a veces se acaba la miel
del desayuno.

19 de agosto de 2013

Ideal

Tu nombre es el sendero
que quiero tomar
y no puedo
recorrer.

Quizá por eso
siempre te miro
escondido
y finjo
no saber,
no sentir, 
no mirar.

Te miro siempre 
detrás
de la ventana.
Para no jugar el juego,
para no volvernos locos,
para verte
sólamente,
para nunca hacernos daño.

Porque eres el sendero 
que quiero
tomar,
pero no creo
merecer.

12 de agosto de 2013

La Puta Quincena

Esto no es lo que esperaba.
Esto no es lo que me dijeron que iba a pasar cuando terminara la carrera. 
Se supone que uno se mata estudiando una carrera para labrarse un futuro, para tener estabilidad. Para tener un trabajo, cuando menos.
Pero no. 
O sí, un año después.
Claro, un año después de trabajar en algo que no es para lo que estudiaste. 
Típico.
Me pregunto cuantos contadores perdedores como yo habrán tenido que pasar un año en McDonalds. 
Cobrar, freir papas, atender el McAuto. Por un momento me sentí bien, empezaba a escalar puestos.
Hasta me dijeron que podría llegar a gerente en un año más.
Y lo estaba considerando. Pero me salió algo de lo mío. Algo "mejor". 
Un "trabajo de verdad". De los de traje y corbata. 
Con nómina, número de seguridad social y escritorio. Una cosa seria. 
De 9 a 8, con dos horas para comer, computadora, un escritorio, prestaciones de ley y seguro social.
Diría que lo pensé antes de dejar el McDonalds, pero no. Ahora no estoy seguro si debería haberlo pensado.
Acepté.
Ya tengo una vida normal.
Desde el día que acepté este trabajo (con "grandes oportunidades de crecimiento", por cierto) formo parte productiva de la sociedad, ingresé al no tan selecto club de personas que tienen un "trabajo de verdad" y no andan trabajando en McDonalds, tengo la certeza y orgullo de pertenecer a una compañía que es reconocida y líder en su ramo. 
Una compañia que me paga apenas un poco más de lo que ganaba en mi McTrabajo, que me debe horas extra, que me tiene esclavizado algunos fines de semana, que me renueva el contrato cada tres meses y en la que no he visto la "oportunidad de crecer" en año y medio.
Menuda mierda.
Mi único consuelo es esa tranquilidad enferma que tienen todas las personas en mi posición: La de saber que la puta quincena está siempre puntual en el banco.
La puta quincena, esa que nunca alcanza, de la que nunca tienes suficiente. Le dice uno "puta", pero la adora.
En el fondo, uno es más puta todavía: Puta del banco, de la empresa, de las tiendas, del trabajo y de tu nueva tarjeta de crédito.
Así es esto.
"Así es esto", siempre me decían que así iba a ser. Que un día terminaría la prepa, entraría a una buena universidad, me graduaría con un buen promedio, encontraría un trabajo bueno y estable en una compañía grande y que empezaría a cotizar en la seguridad social, con el tiempo conocería a una mujer linda, sencilla e inteligente que le gustara el cine, saldría con ella, sería su novio formal, iríamos a misa los Domingos y luego compraríamos una casa en las afueras, tendríamos hijos, les enseñaríamos que deben estudiar duro y luego esperaríamos juntos nuestra jubilación.
Menuda mierda.
Muchos días me pregunto si me aceptarían de vuelta en McDonalds.
En días como hoy, pasó mi hora de comida viendo a los cajeros, al de la freidora, a los que trapean el piso y me río de como piensan que su vida es miserable, mientras yo me como una Big Mac y cuento los minutos para regresar a la oficina de mierda. Quisiera no regresar.
Pero al final, regreso.
Siempre regreso.
Así que aquí estoy, con mis prestaciones de ley, con mi escritorio lleno de post-its llenos de pendientes, con mi computadora de la empresa, con un tupper vacio en mi escritorio, con mis vacaciones, mis días económicos, mi puta quincena y este pedazo de plástico que me da felicidad mientras me recuerda que mi culo de perra blanca le pertenece al banco.
Ya que.
Voy a invitar a salir a Claudia, la de recursos humanos. Me pregunto si le gusta el cine.

5 de agosto de 2013

Fede

Odette y yo salimos a caminar por La Gran Avenida a las 10 de la noche.
Es Viernes.
Estamos esperando a alguien.
Vestido rojo, medias de red, tacones altos y -suponemos- lencería.
Ese es el uniforme de trabajo de Fede.
Por lo que sabemos, Fede sale todas las noches con atuendos más o menos similares, desde hace unos cuantos años.
Años más, años menos. Fede dice que ya no se acuerda.
Fede es a quien esperamos. 
Nos saluda a Odette y a mi con un beso en la mejilla.
El acuerdo fue simple: Nos cobra la mitad de su tarifa usual por dejar a Odette hacerle algunas preguntas con una grabadora de por medio. Quizás un café.
Aún está abierto un cafetín de La Gran Avenida, así que pasamos. 
La gente nos mira raro, como si todo fuera un escándalo, como si Odette y yo no pudiéramos sentarnos en el mismo café que todos ellos y además con alguien como Fede.
-Estoy acostumbrado - Dice Fede por toda respuesta a las miradas que intercambiamos Odette y yo.
Nos sentamos. Pido un express corto y Odette un capuccino. Fede pide un cuernito de jamón y queso y una coca cola. Es mejor ya ir cenado a trabajar, pienso.
-Yo estoy intrigada - Odette rompe el silencio con esa curiosidad que caracteriza a los jóvenes estudiantes de periodismo - por todo el universo que rodea tu trabajo.
Fede saca una cajetilla de Benson largos, cigarros de señora. Enciende uno y nos ofrece. Declino, pero saco mi cajetilla.
-¿Qué quieres saber? - Fede da fumadas largas. Saborea el tabaco.
-¿Cómo te acostumbras a este ritmo de vida? ¿No sientes de repente ganas de dejar todo y tener una vida más relajada?
Fede se ríe, casi con ternura.
-Mucha gente me pregunta eso y no todos me pagan por oir la respuesta. La verdad es que a todo se acostumbra uno, menos a no comer. Y si no trabajo, no como. En este trabajo se gana, hay días malos, pero se gana. Tengo compañeritos que se están pagando la escuela con su trabajo. 
Nos traen el servicio y Fede apura la coca cola.
-La verdad es que - sigue hablando y sostiene el cuernito - para cada uno de nosotros es diferente. Para algunas y para otros si es difícil, es como una tortura, ¿ves? Para mi no.
Fumo. Fede come y Odette bebe su café. Hay buena vibra en la mesa, Fede es ese tipo de persona que puede caerte bien si te despojas de los prejuicios.
-Entonces te gusta.
-Si, a veces.
-A veces no...
-Hay cosas desagradables, es como todo. 
-¿Clientes?
-Clientes, la policía, a veces gente que no tiene nada que ver. Estamos marginados por la sociedad, no está bien visto nada de esto. Te acostumbras, pero si es bastante desagradable.
-Te topas con todo tipo de gente, me imagino. 
-No te imaginas, en este trabajo los primeros meses hasta te sorprendes. Ya después es como todo, te acostumbras.
-No sé cómo preguntar esto pero es importante... ¿Qué tipo de gente es la... la más usual?
-¿Que tipo de clientes tengo?
Otra vez Fede le enseña a Odette que en una profesión como la suya, las sutilezas están por demás.
-Si, ¿Qué tipo de gente es?
-Pues hay de todo. Señores que se ven ya con familia y todo, chavos, hasta señoras a veces. Gente así como la que está en las otras mesas, gente normal.
-Normal...
-Uno que otro ya con gustos más enfermos, ¿ves? Pero en general la gente es Normal, la que ves en la calle y apuestas que no haría algo así. Unos ya hasta son clientes, señores grandes con esposa, muchachos...
-¿Como porqué?
-No sé, ellos sabrán. A veces hasta te acaban contando sus broncas con la esposa, con la amante... Influye mucho todo. ¿Sabes cuantas señoras nunca se vestirían así para el marido?
Fede termina su cena y pide un americano. Enciendo otro cigarro. Odette sigue preguntando y Fede responde. La grabadora sigue registrando todo en el centro de la mesa. 


-¿Sabes qué, Odette? - Le digo cuando caminamos de regreso a su casa- Te quiero, pero es la última vez que te acompaño a uno de tus experimentos periodísticos.
-¿Sabes qué?- dice como si se hablara a ella misma-  Me voy a empezar a comprar lencería...

De la serie "La Gran Avenida".