Me calzo los audifonos y tomo el autobús amarillo que pasa por La Gran Avenida.
Quede de verme con Melissa a las tres y ya son las tres y cinco.
Que espere.
Me espera en su casa, de cualquier modo.
A Melissa no le gusta salir, no le gusta la gente, no le gusta la comida de la calle. A Melissa no le gusta nada. A veces nadie.
Vivimos a unas cuantas calles de distancia, en la misma colonia. Ella vive detras de la pizzería azul que está en la esquina de La Calzada y La Gran Avenida. Quizá por eso me gusta tanto ir a su casa.
A ella sólo le gusta tener a alguien con quien hablar, supongo. Por eso me invita a comer.
Dos o tres veces por semana.
Comer, ver una película.
Cosas que se siente de la chingada hacer sólo.
Su familia es de esas que no parece una familia. Todos viven en la misma casa, pero la casa es lo bastante grande como para que cada quien viva por su lado, sin tener que hablar con los demás.
A mi me gusta que su pieza es fría, oscura, sombría. Es la parte de la casa donde vivía su abuelo, y ahora es donde ella vive. Tiene su propio refrigerador, estufa, baño, sala y cama. Siempre tiene las luces apagadas, incluso de noche. La única luz es la que viene de las ventanas, la televisión y la computadora. No sé porqué, pero me gusta.
Me gusta el mundo de Melissa.
Si tuviera novia, seguro tendría celos de Melissa.
De Melissa, su cabello largo, su nariz afilada, sus piernas largas y sus faldas tableadas.
-Tardaste mucho.
-Había tráfico.
-Vives a seis calles de aquí.
-Estaba lejos.
-¿Dónde estabas?
-¿Que a tí no te han dicho que las faldas tableadas las dejas de usar cuando sales de la secundaria?
Se ríe.
Me invita a pasar y veo que tiene la mesa puesta.
Los platos blancos, inmaculados.
Los vasos verdes que traen grabado el logo de Coca-Cola.
Los cubiertos.
El menú prefabricado: Macarron con queso de cajita, carne asada del súper, puré de papa (de cajita) y tang de jamaica.
Melissa es el orgullo de Kraft Foods.
-Pensé que ya no venías.
-Siempre vengo, Meli. Ya sabes.
Sirve los macarrones y el agua.
Empezamos a comer.
Veo su cajetilla de Benson junto a la estufa.
-¿Fumaste?
-Me fumé uno o dos hace rato. Mientras esperaba.
-Esa mierda te va a matar, Meli.
-¿Esperarte?
-El cigarro.
-Todos nos vamos a morir.
-No de cáncer.
-No todos los fumadores se mueren de cáncer. Podrías salir a La Calzada, cruzar y morir arrollado por un camión.
-Si, pero no es lo mismo. No tiene nada que ver.
-Las estadísticas dicen que es más probable que mueras yendo a comprar la lotería a que te ganes el premio.
-¿Qué tiene que ver?
-Que nos podemos morir de lo que sea, cómo sea, en cualquier momento. Todo el mundo debería darse gusto, ¿No?
-¿Cambiamos el tema? - Me jode que Melissa tenga razón.
-Bueno: ¿Dónde andabas?
Me río.
-Pareces novia celosa.
-¿Y eso te da risa?
-Un poco, sí.
-Ja, ja, ja - ironizó -Soy lo más parecido que tienes a una novia, listo.
Me corta la risa de golpe y vuelvo mi atención hacia los macarrones.
Sirve la carne y el puré.
Charla de relleno.
Hace frío. Qué bonito el mantel. Está bueno el puré. La carne me gusta más quemada.
Esas mierdas que uno dice cuando no quiere personalizar de más la conversación. O cuando sabe que la otra persona tiene la razón.
Lo bueno de Melissa es que nunca presiona. Entiende cuando alguien no quiere hablar de algo y lo deja a uno hablar de pendejadas.
¿Hay más puré? No quiero ver otra película de Kurosawa. Hace frío. Creo que va a llover.
Pendejadas de relleno.
-¿Quieres postre?
-No, no me siento bien.
-¿Cuando fue la última vez que alguien que no fuera yo te hizo sentir bien?
No le contesto. Sé que podría discutir con ella acerca de cómo desvió la conversación y todo eso, pero no le veo caso y no tengo ganas.
Además, tiene un punto.
-No sé, Meli.
-¿No sabes o no te acuerdas?
-...
-Yo tampoco me acuerdo cuando fue la última vez que alguien me hizo sentir como me siento contigo. No soy la mujer de tus sueños ni tu eres el hombre de mi vida, pero es lo que hay y tendríamos que irlo aceptando, ¿no?
Lo dice como si fuera algo que sabe desde hace mucho, como si fuera una verdad universal, como si fuera lo más obvio del mundo.
No sé qué decir. Nunca sé qué decir.
-¿Qué quieres, Melissa? ¿Tener una relación?
-No. Dije que nos la pasamos bien juntos y eso está bien. Tener una relación es justo lo contrario.
-No te entiendo...
-No me entiendas, tampoco quiero eso. Vamos a ver una película.
Hace palomitas en el microondas.
Nos sentamos en el sofá a ver 300.
Sube las piernas al sillón y recarga la cabeza en mi pecho.
Nos abrazamos.
Me jode que Melissa tenga razón.
De la serie "La Gran Avenida".
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