22 de julio de 2013

El Maldito Metro de la Muerte.

Como estudiante de periodismo, la historia me pareció a partes iguales, inverosímil y fascinante. 
Es de esas cosas que uno no se cree, pero que lo dejan con ganas de comprobarlas.
Así por pura morbosa curiosidad.
Además, el metro es de esos lugares donde uno muchas veces sacia su curiosidad morbosa.
La curiosidad mató al gato.
Si el gato era curioso, claro.
Escuché un rumor. Me lo dijo el primo de uno de mis amigos, pero no supe si creerle. 
Ya había escuchado rumores acerca de las estaciones ocultas del metro, pero es una de esas cosas que uno no acaba de creerse.
Como buen estudiante de periodismo, tenía que comprobar.
¡Claro que no soy un chismoso! 
La cosa es que me dijeron que había que ir a la estación Politécnico, exactamente a las 23:57 con dirección Politécnico y esperar un tren que llega con las puertas abiertas que viene justo del lado contrario por el que se supone que debería llegar normalmente y había que ser muy rápido para abordarlo, porque para solamente por cinco segundos. Cinco, en serio. Después parte como alma que lleva el diabl... Perdón, como alma que lleva aquel.
Ya, ya sé que la línea termina en Politécnico, pero más bien eso es lo que nos habían hecho creer. La verdad es que después hay más estaciones. Estaciones secretas. Ocultas.
¿Te imaginas si lograba reportar todo eso?
¡Me darían mi primer premio de periodismo sin haberme graduado!
Pues bien, el recorrido empieza justo en ese punto, cuando uno se sube casi brincando, en Politécnico.
Luego se va por donde se supone que debe irse a los talleres del metro, sólo que mucho más rápido. Entonces se abre una puerta enfrente y desciendes en picado unos cuantos metros, como en una especie de montaña rusa con paredes de caverna a los lados. 
Y sí, eso hizo, precisamente.
Claro que me consta. Lo vi. Estuve ahí. Tomé ese tren.
Lo bueno es que iba agarrado de un tubo. No quiero ni pensar en lo que le pasaría a alguien que va sentado. 
De todas maneras era yo el único en el vagón, y quizás en todo el tren.
Seguía recto, a una velocidad tremenda, como alma que lleva el diabl... bueno, bueno, aquel.
De repente frenó. 
El tubo me salvo de estrellarme en las paredes del vagón. 
Ya sentía que quería a ese tubo.
El metro paró ahora por más de cinco segundos en algo que parecía una estación vieja y descuidada, abandonada. Encendió las luces pero eso no mejoró mucho las cosas. 
Las lamparas parpadeaban y algunas hacían ruidos raros, como si fueran a explotar en cualquier momento.
Ahí tuve la primer visión que me hizo pensar que subir a ese tren no había sido una buena idea. Muchos tubos estaban rotos, la mayoría oxidados. 
El piso tenía varios agujeros que dejaban ver las vías, por algunos incluso podría caerse alguien. Los vidrios rotos, las paredes descuidadas y con muchas manchas de algo que parecía sangre.
¿Qué carajo era eso?
Me tenía que ir, ¿ves?
Y ya iba para abajo del tren, cuando vi un grupo de unas 50 personas que iban a subirse.
Un tipo y una mujer que hablaba sola subieron al mismo vagón que yo.
La mujer decía que era inocente, que las voces le habían dicho que matara a su marido.
A los demás los subieron a los otros vagones.
Suficiente. No sé donde estoy, pero me largo.
-No puedes salirte, chavo.-Me dijo el tipo y me agarró por el brazo.
-¿Porqué no?- Le digo y me quito su mano de encima.
-Porque si te sales te disparan esos de ahí...
Me señaló a varios agentes de la policía con unos pistolones que de seguro no eran reglamentarios, custodiando los vagones desde afuera.
-... ¿Qué carajos es esto?
-¿No sabes? ¿Tu te subiste solo, no?
-Pos si, pero...
-Este es el metro de la muerte, muchacho... Tu te subiste en la parada para suicidas. Esto es nomás para gente que quiere suicidarse o para los presos condenados... Pobrecito... tu estás muy chavo.
-No mames, aquí ni existe la pena de muerte... -hablé nervioso- ¿Quien les dijo esa mamada?
-Nadie. Estos pobres reos no saben la que les espera. Yo sí. Yo lo diseñé.
La mujer estaba sentada en un rincón, hablando con las voces. Están locos. Si, todos están locos. De seguro este es el medio de transporte entre hospitales psiquiátricos o algo. Si, eso debe ser.
¿Pero y los policías?
Deben ser locos violentos, seguro. 
Y a los locos violentos hay que seguirles la corriente..
-¿Tú lo diseñaste? ¿Para qué es?
-El pinche gobierno quería una forma fácil y barata de deshacerse de los presos conflictivos, de los violentos, los locos y los que saben de más... como yo. Yo les dí la idea de usar trenes del metro, que pasaran abajo de los centros penales y desembocaran en una fosa común enorme. Sin evidencias. Todo por abajito del agua. O de la tierra, pues. Se los diseñé... Y ellos me dijeron que era perfecto.. ¡PERFECTO!
Empezó a reírse como un psicópata y eso me tranquilizó. Eso me aseguraba que era un loco. Pero aun así no sabía dónde estaba. 
Maldita la hora en la que me subí, ya sé.
-No te creo... ¿Y los familiares de los presos? ¿Y cuando reclamen el cuerpo? La gente hace muchas preguntas....
-Esta es la ruta norte. - Siguió explicando como si no me hubiera oído- La parada para suicidas está en Politécnico y esas paradas son muy precisas. Por eso no te creo que no sepas a que vienes. Y lo que dices no importa... El gobierno siempre tiene una explicación, chavo...
-... Me dijeron que esto llevaba a otras estaciones del metro. Estaciones ocultas o algo.
-Pues si. Esta es la parada que está debajo del reclusorio norte. Después de aquí todo va a ir conforme a lo que diseñé. El tren va a correr por vías de curvas pronunciadas hasta una fosa común enorme. Para cuando lleguemos allá, todos vamos a estar muertos. -Hablaba con tanta coherencia que empezaba a creerle- El sistema es simple. No hay frenos. No hay conductor, todo está automatizado. Todo adentro del vagón es una trampa mortal, los tubos, las ventanas, el piso... y cuando arranca las partes metálicas se electrifican. Yo lo diseñé perfecto, nadie sale vivo del tren.
-...No te creo...  Y además, si tu lo diseñaste ¿Porqué te matan a ti?
-Por eso - Su vista se pierde en otro grupo de personas que bajan custodiadas por policías- porque sé demasiado. Ya llegaron los demás, ya nos vamos. Si quieres un consejo, agárrate fuerte de un tubo o de la puerta cuando cierre - me dijo aferrándose al tubo que me había salvado la vida- La descarga eléctrica es letal y vas a ser de los primeros en morir. Casi ni vas a sufrir.
 -Yo no me quiero morir...
-Y yo tampoco, ¿No te jode? pero ya te dije, nadie sale vivo del tren...
Subieron más presos y se cerraron las puertas. 
El tipo se electrocutó al instante, ¿Sabes? 
Ahí supe que decía la verdad. 
Y pues nada, que me desmayé nomás de verlo muerto, entre gritos y maldiciones de los presos, mientras podía percibir el olor a carne chamuscada que venía del tipo que diseñó el Maldito Metro de la Muerte.
Me desmayé y desperté acá. El tipo decía la verdad, nadie sale vivo del tren.
Y así estuvo la cosa, San Pedro.
Técnicamente no fue suicidio, nomás es que siempre he sido bien curioso con las leyendas urbanas.
Ya déjame entrar a la gloria, ¿no?

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