20 de enero de 2014

Idalia

"¿Si tu cuerpo pudiera hablar, qué te diría?"
Idalia hace la pregunta con pose filosófica.
No lo sé. No lo sé, le contesto, como le contesto a todo el mundo cuando me da pereza pensar en algo. Como siempre que alguien me pregunta cosas que no me da la gana contestar, cosas como porqué soy tan callado, porqué soy tan miedoso y no le hablo a esa chica que trabaja en la cafetería de la escuela, porqué no he tenido novia desde que Caro me dejó o porqué nunca contesto el celular. 
Vine a esta fiesta con Idalia porque ella no hace esas pinches preguntas.
"Mi cuerpo me diría que ya no lo joda, que necesita descansar de mí."
Se recoge el cabello en una cola de caballo y dice que tiene calor.
Nunca las había visto, pero tiene cicatrices en el cuello.
Le pregunto por eso.
Alguien que fue su novio se las hizo.
Con un cutter.
El tipo estaba loco. 
Y era medio pedófilo.
Ella tenía 15 años, y este tipo  veintidós.
O algo así.
Me lo platica terminando su cerveza, fumando de mi cigarro y diciéndome que no le importa que le vea las cicatrices porque le da gusto que alguien en esa fiesta le vea algo más que el escote. 
Me lo dice y abre cervezas al mismo tiempo.
Una para ella y otra para mi. 
Se ríe.
Bebemos, fumamos, Idalia está totalmente descompuesta: Con los ojos hinchados, arrastrando las palabras, el cabello desarreglado y la risa fácil.
Ya está empezando a decir incoherencias.
La conocí en una fiesta casi igual a esta, donde no vienes a conocer gente sino a perder el conocimiento.  Nos hablamos porque de pronto estábamos fumando en el mismo rincón de esa casa que ya no me acuerdo de quien era, tomando del mismo vaso de vodka y fumando del mismo cigarro: Hay gente con la que simplemente conectas. 
"Las cicatrices son como recordatorios. La gente que compra cremas para borrarlas, es gente que nunca va a aprender de sus errores, gente que cree que puede empezar de cero las veces que quiera. Me dan asco."
Idalia está borracha perdida y aún así tiene momentos de lucidez. 
Salimos de la fiesta y caminamos. Subimos a un puente peatonal y vemos los carros pasar.
"Las luces son muy bonitas. En la ciudad nunca hay estrellas, pero las luces de los carros, los edificios y las antenas son muy bonitas."
Le digo que tiene razón y encendemos un cigarro, el último de la cajetilla. 
Fumamos por turnos. 
Siento que debería decirle algo, pero no sé qué decir.
Le digo que tiene los ojos cafés como cucarachas y me echa el humo en la cara. 
"¿A ti nunca te enseñaron cómo tratar a una mujer, verdad?"
Se ríe.
"Vamos a andar."
Le digo que no, claro que no vamos a andar y la verdad no sé porqué se lo digo. Pienso en si tiene algo que ver que yo tenga 17 y ella 22, pero luego decido que no, que no es por eso. 
"Tú te lo pierdes."
Se acaba el cigarro y caminamos hablando de las luces de la ciudad.
Llegamos a su casa y me da un beso que me sabe a cerveza y humo de cigarro. 
Le digo que tal vez deberíamos vernos un día a media semana. De día, para comer o tomar un café, cualquier cosa que no involucre cerveza, música fuerte y montones de gente. 
"¿Qué quieres, que vayamos a comer helado?"
Se ríe más fuerte.
"No sé. Un día."
Me despido y camino hacia la avenida.
Yo me lo pierdo, Idalia.
Yo me lo pierdo.



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